‘Nadie quiere la noche’ está inspirada en personajes reales, en el ámbito de la expedición del estadounidense Robert Peary al Polo Norte, en 1908. Joséphine Peary quiere estar junto a su marido en el momento glorioso en que sea el primero en plantar la bandera de los Estados Unidos en ese rincón del mundo, hasta entonces inaccesible al ser humano. La película narra el viaje de esa valiente mujer para reunirse con su marido.
El relato ofrece dos caminos simultáneos, llenos de obstáculos, dificultades y, sobre todo, oscuridades estremecedoras. Uno de ellos constituye una auténtica aventura épica de lucha por la supervivencia en los desérticos páramos helados; el otro es un viaje iniciático al interior de sí mismo, cuando todas las certezas y las seguridades se van desmoronando, los senderos se hacen invisibles y no se percibe adónde pueden llevan. En el entorno, como metáfora de la vida humana, no hay fuerza ni esperanza superior a la naturaleza. Es el último y máximo poder, y ante ella, el hombre más experto y vigoroso, como Bram, el explorador, se reconoce impotente y desvalido y se rinde con respeto. La blancura impoluta de la nieve del paisaje es metáfora del nihilismo interior. «No cross, no cross», oímos en un momento trascendental. Ambas trayectorias, la exterior y la anímica, acaban confluyendo y alcanzan la misma meta bajo un iglú, mientras el sol «duerme» su largo letargo en la larga y gélida noche polar.
La película ofrece una historia interesante, con unos personajes magistralmente encarnados por una soberbia Juliette Binoche como Joséphine Peary, y la japonesa Rinko Kikuchi como Allaka, la joven inuit. El rodaje, sin duda extremadamente duro en unos parajes tan inhóspitos, es francamente bueno y la fotografía excelente. Pero, con todos esos mimbres, el film es irregular. Las experiencias humanas profundas están tan solo insinuadas, lo cual proporciona a los personajes un cierto halo poético, pero también supone una mirada meramente superficial a la realidad personal, a pesar de algunos descubrimientos realmente muy bien logrados. El contraste entre la vida sencilla en perfecta simbiosis con la naturaleza y la civilización sofisticada y soberbia es tan reiterativo que acaba cansando. Algunas escenas de naturaleza aplastante, sobrecogedoras en sí mismas, a fuer de repetitivas pierden vigor y hasta distraen al espectador de la atención al viaje interior.
Una película bien realizada, con una idea argumental original y sugestiva y un elenco acertado, y que, sin embargo, no alcanza el buen resultado que cabía esperar.
Nadie quiere la noche
Título original:
Nadie quiere la noche (Nobody Wants the Night)
Género:
Puntuación:
(1 vote)
Publico recomendado:
Año:
2015
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
103
Contenido formativo:
Crítica: