SANGRE DE MÁRTIRES, SEMILLA DE CRISTIANOS
Biopic de Kim Tae-Gon, nacido en 1821 al sur de Seúl, en el seno de una familia noble, pero católica. Dada la falta de sacerdotes, Kim no sería bautizado hasta los 15 años. Entonces adquirió el nombre cristiano de Andrés, con el que pasaría a formar parte de la nómina de mártires que dieron su sangre por la fe en Jesucristo. En mayo de 1984, el Papa Juan Pablo II canonizó a san Andrés Kim Taegon junto a otros ciento tres mártires de Corea.
La fe católica en aquella época de consideraba una traición a las costumbres, sobre todo al confucianismo, la religión predominante del país. Las autoridades del país pensaban que el catolicismo estaba confabulado con los colonizadores occidentales, y, en consecuencia, todo cristiano era reo de muerte.
Todas las actividades de Kim tuvieron pues lugar en la más estricta clandestinidad y corriendo el serio peligro de ser descubierto y detenido. Él y sus dos amigos, Choi Yang-eop y Choi Bang-je, ingresaron en un seminario fuera de territorio coreano, en la colonia portuguesa de Macao (China). A los veinticuatro años, algo antes de la edad reglamentaria, Kim fue ordenado sacerdote por el primer obispo de Seúl, el francés Jean-Joseph Ferréol. André Kim fue el primer sacerdote coreano, que representó una luz de esperanza en medio de la oscuridad de las persecuciones.
Dados sus conocimientos del territorio y su inteligencia preclara, se dedicó a buscar caminos por los que los misioneros pudieran entrar en Corea sin ser detectados por los soldados. Él mismo penetró clandestinamente en su país, para trabajar como sacerdote autóctono y ejercer una actividad misionera que estaría marcada por la defensa de la dignidad humana en nombre de Jesús, en una sociedad ancestral organizada en castas. Él mismo dio ejemplo con su renuncia a los privilegios a los que tenía derecho por pertenecer a la nobleza. Durante un año vivió entre la gente humilde, con una entrega total, predicando y administrando sacramentos. No tardó en ser reconocido y detenido por quienes ostentaban el poder. Primero lo torturaron para intentar, inútilmente, que apostatara, hasta que fue condenado a muerte y decapitado cerca de Seúl, en el río Han en 1846. Tenía solo 25 años.
La película de Park Heung-sik sigue las aventuras, venturas y desventuras de ese joven mártir coreano, desde su estudios como seminarista en Macao, su peligroso viaje en el buque Ertugrul, bajo el mando del comandante Cecil, en el contexto de la Guerra del Opio o la apertura de rutas terrestres en Manchuria, entre otros episodios históricos.
Park Heung-sik ofrece una recreación histórica rigurosa y una puesta en escena espectacular, con un gran esfuerzo de todo el equipo de producción, que filmó en distintos lugares a lo largo y ancho del país. Es encomiable el trabajo de Yoon Shi-yoon en el papel de Kim Dae-geon y de todos actores del elenco, que hicieron el ingente esfuerzo de dar credibilidad a las escenas en que se utilizaban idiomas para ellos desconocidos, como chino, latín y francés.
Antes de verla, puede achacársele a la película un metraje excesivo (dos horas y media), pero ese reparo desparece cuando el espectador se queda clavado en la butaca, totalmente prendido por una película de aventuras, de gran altura espiritual, capaz de mantener el interés de principio a fin.
Muy recomendable.