DESPERTAR A LA VIDA
Diciembre de 2012. Después de cuatro meses de cautiverio en Siria, dos periodistas franceses son liberados y regresan a París. Después de un día entero entre chequeos médicos y contestar a muchas preguntas, Gabriel, de unos treinta años, puede por fin celebrar su regreso con su familia y sus amigos. Entre ellos está Naomí, su antigua novia, quien ahora se arrepiente de haber roto la relación con él justo antes de su viaje.
Transcurren unas semanas, y el joven reportero no consigue encontrar la calma ni reubicarse después de la dura experiencia. En cierto modo siente remordimientos de estar a salvo mientras que otro compañero sigue permaneciendo en poder de los terroristas. Rechaza la ayuda de un psicólogo, convencido de que no puede aportarle nada, que es él mismo quien tiene conseguir restañar sus heridas del alma. Finalmente decide viajar a Goa, en la India, donde pasaba los veranos durante su infancia.
La cineasta Mia Hansen-Løve se inspira en las historias que le contaban su madre y su abuela apropósito de su abuelo, Paul Bonneccarrère, corresponsal de guerra y escritor, uno de los grandes autores franceses de la literatura de guerra del siglo XX.
La trama comienza cuando los dos hombres recién liberados llegan al aeropuerto de París, donde son recibidos por las autoridades con todos los honores. Mia Hansen-Løve opta por no ofrecer ningún detalle ni del secuestro ni de los cuatro meses de reclusión. Lo que le interesa es mostrar el proceso de recuperación de Gabriel para la vida normal, después de la dura experiencia vivida. Alex, el otro superviviente, es un luchador apasionado por las aventuras, con mayor capacidad que Gabriel para asumir el imponderable de la retención en Siria del tercer compañero. De modo que Alex pronto se reincorpora con toda normalidad a su labor periodística y emprende un nuevo viaje. Sin embargo, la personalidad de Gabriel es ambigua: por una parte, en sus reacciones, es más temerario que valiente (recuérdese la escena en que persigue a los desconocidos que han atacado su casa), pero también es reservado y gusta de la soledad, aislado del bullicio y del contacto con los demás. Hasta el punto que ahora evita cualquier tipo de atadura personal, aunque no como Alex, con ánimo de reincorporarse a su trabajo de campo, sino con el deseo de romper amarras con cuanto lo retiene en París y, al mismo tiempo, de intentar reencontrarse a sí mismo volviendo a sus raíces. Con ese espíritu parte hacia la India, donde sigue viviendo su madre, con quien mantiene una relación fría y distante desde que los abandonó a su padre y a él, cuando todavía era un niño.
A partir del salto brusco del París grisáceo y moderado en expresiones, al bullicio desenfrenado y colorista de la India, el conflicto interior de Gabriel va desplegándose al hilo de su viaje por el país. Todo su ser va fundiéndose con esos impresionantes paisajes, cuya belleza Hansen-Løve sabe captar magníficamente con su cámara, con lo cual dota al relato y a las imágenes sobre las que se sustenta, de una melancólica carga poética intimista. El joven periodista busca refugiarse en los recuerdos reconfortantes de su niñez feliz, pero será Maya, la hija de Monty su padrino, quien, poco a poco lo despierte de nuevo a la vida.
Aarshi Banerjee hace un trabajo encomiable, pero es Roman Kolinka el eje alrededor del cual se mueve toda la película. Kolinka es capaz de ofrecer un personaje envuelto en un halo de misterio, pero con el cual el espectador empatiza de inmediato. Sabe sugerir las pasiones y los anhelos de Gabriel, a medio camino entre sueño y realidad. Nos hace vibrar con los silencios elocuentes y las decisiones imprevisibles del atormentado periodista, celoso de cubrir sus debilidades y suficientemente íntegro para no curvarse sobre sí y aceptar el fruto que le ofrecen sin medir, en conciencia, las consecuencias.
Una interesante película sobre un doble viaje, hasta el aspecto más genuino y menos conocido de un lejano país y hasta lo más profundo de una personalidad masculina muy bien trazada. Entre el dolor y la muerte, la vida acaba siempre abriéndose paso.