Dos jóvenes estudiantes se dan cita en un hotel. De pronto la policía irrumpe violentamente en la habitación y les sorprende en la cama. A partir de esa primera escena, se van desgranando tres líneas argumentales que muestran la conflictiva situación social en la India de hoy: la vida miserable de algunos, la injusticia degradante sobre las mujeres, la separación de castas, la corrupción y abuso de autoridad de la policía. Sin embargo, si bien Masaan responde a una realidad de la India actual, también pone de relieve la evolución de las ideas y las costumbres en la clase media el país.

La película nos ofrece alternativamente dos personajes que luchan por una vida mejor: Deepak un joven estudiante a punto de graduarse de ingeniero, pero que pertenece a la casta de los intocables, dedicada por tradición a incinerar los cadáveres en las orillas del Ganges, se enamora de una chica de casta superior. Ambos se aman y están por encima de las prohibiciones ancestrales, pero las tradiciones son muy estrictas. El otro personaje es una mujer, Devi, de origen modesto, quien tras el escándalo de su aventura amorosa, ve constreñidos sus deseos de modernidad por la presión de las tradiciones ancestrales.

Una tercera línea de acción tiene como protagonista a Vidyadhar Pathak, antiguo profesor de sánscrito en la universidad y padre de Devi, que es víctima de las amenazas de una policía corrupta. Es temeroso de las tradiciones, pero, en cierto modo, su carácter intelectual lo abre a nuevos horizontes. En una escena conmovedora, rendido y refugiado en el regazo de su hija, vierte amargas lágrimas por él mismo, por Devi y por la realidad de su país. Y un cuarto personaje completa el fresco de opresión social y capacidad de lucha por la supervivencia física y espiritual, Jhonta, el niño empleado de Vidyadhar en su pequeño puesto de venta.

Sin ocultar nada a la crudeza de la situación, Neeraj Ghaywan nos ofrece un relato poético, delicado, en el que el amor, la dignidad y las ansias de un futuro mejor parece que pueden lograr abrirse camino. La confluencia de las historias personales está forzada, pero es una forma simbólica de expresar que algo muy serio se está moviendo y creando una fuerza renovadora, sin por ello perder el respeto a lo genuino de su país.