DONDE NO ALCANZA EL HORROR DE LA GUERRA
Praga, durante la II Guerra Mundial. Las tropas alemanas dominan la ciudad y la población vive atemorizada ante el peligro de detenciones por el más nimio motivo, como puede ser escuchar una emisora de radio extranjera o tener en casa una bandera del país.
Eda, un niño de ocho años, tiene que sufrir la dura experiencia de ver cómo su familia es desalojada de su hogar. Ante la posibilidad de que el asunto no se quede solo en deber abandonar el piso donde viven, los padres de Eda deciden trasladarse al campo, a la casa familiar, donde vivirán con los abuelos y los tíos. El pequeño debe adaptarse a la nueva vida, vencer su timidez y pasar a relacionarse con los chicos del pueblo. Enseguida entra a formar parte de una pandilla de críos que Jan Sverák convierte en una sátira del ejército, con su absurda y prepotente organización jerárquica, severa disciplina y castigos, no se sabe bien con qué fin.
No hay presencia directa del frente ni de los horrores de la guerra como tal, sino que todo se filtra a través de los ojos de Eda, que sigue siendo niño a pesar de que no lejos de ahí, haya sonidos de sangre y muerte. Alguna escena encoge el corazón, como cuando detienen al pobre viejo tartamudo cuyo perro fiel se resiste a abandonarlo, pero el tono de la película es más bien tierno y poético, porque está centrado en las vivencias de un crío que abre los ojos a la vida con curiosidad, y que, en su inocencia, es capaz de ablandar a un personaje tan enquistado como el Lobo.
Vladimír Smutný nos ofrece una fotografía muy bella, con la suavidad de la imaginación de la infancia, que sobrevuela de forma natural las situaciones más duras. Le acompaña una música que acompasa el corazón del espectador a la curiosidad y el despertar a la vida de esos niños que, por ejemplo, como quien habla de lo más banal, intentan discernir qué es en realidad una víctima de la guerra.
El eje de la película, su fuerza y su impacto es, sin duda, el jovencísimo Alois Grec, que deja ver un talento interpretativo impresionante. También están muy bien los niños componentes de ese grupo de traviesos amiguetes. Los personajes adultos tienen menos relevancia, tal vez si exceptuamos a Jan Triska, que da vida al personaje del abuelo. Pero en conjunto el reparto cumple adecuadamente.
Una buena propuesta.