Cine y Valores

Las mil y una noches. Vol. 3: El embelesado

Título original: 
As Mil e Uma Noites: Volume 3, O Encantado
Género: 
Puntuación: 
4

Average: 4 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2015
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
125
Contenido formativo: 
Crítica: 

“El embelesado” es la tercera entrega de la trilogía onírica de Gomes “Las mil y una noches”. Sherezade sigue sin poder dejar de narrar historias al rey para evitar que la mate, pero en esta ocasión ella misma duda de su capacidad para continuar, pues lo que ahora debe contar “pesa tres mil toneladas”. Entonces escapa del palacio dispuesta a recorrer el reino en busca de placeres.
La película empieza con un largo fundido que transforma a una bailarina, danzando con gracia en la calle ante su público, en el espíritu de la difunta esposa del padre de Sherezade, cuya obsesiva presencia es permanente en sus sueños. A continuación, una escena magnífica en la que Sherezade y su padre, el visir, mantienen una larga conversación en una cabina de noria que no deja de dar vueltas y nos va mostrando el paisaje también en movimiento.
Después, seguimos a Sherezade por un Bagdad de tiempos antiguos, cuando la ciudad estaba bañada por el mar, antes de convertirse en desierto, saltando de una leyenda a otra: la de Elvis, el ladrón, la del fecundo Paddleman, tan hermoso como necio, los genios del viento…
Toda esa primera parte deslumbrante, imaginativa y sorprendente se transforma de súbito en una narración desprovista de ficción: “Oh, Rey bienaventurado, en barrios de chabolas de Lisboa vive una comunidad de hechizados que con total dedicación y pasión se dedican a enseñar a cantar a los pájaros...” A partir de ese momento, desprovista de su estilo mágico de cuento oriental, y a pesar del simbolismo trágico de la belleza efímera que desemboca en al muerte, la película pierde su hechizo, se convierte en una suerte de documental sobre los criadores de pájaros y acaba resultando aburrida y haciéndose interminable. Triste final para un proyecto que desbordaba magnetismo por su capacidad de asombrar y deleitar.