Cine y Valores

Las invisibles

Título original: 
Les invisibles
Género: 
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
102
Contenido formativo: 
Crítica: 

EL ARTE DE AMAR LO INVISIBLE

L’Envol es un centro de acogida para mujeres necesitadas, que recibe diariamente un buen número de ellas, la mayor parte ya en edad madura. Allí pueden ducharse, comer y pasar el rato unas con otras. Pero la situación se pone muy difícil cuando el ayuntamiento anuncia que el centro va a ser clausurado. Solo les quedan tres meses a las trabajadoras sociales -Adrey, Manu, Hélène y Angélique- para reinsertar en la sociedad, cueste lo que cueste, a la mujeres que atienden y que, sin el centro, se quedarían totalmente desamparadas. Todo vale, pues, con tal de rescatarlas: acudir a amigos y conocidos para que colaboren; ocultar o falsear algunas verdades incómodas; mentir, a veces, abiertamente…

Inspirándose en el libro Sur la route des invisibles de Claire Lajeunie, Louis Julien Petit construye una historia de reivindicación social en un tono de humor amable y con una mirada tierna, pero no por ello menos lúcida e incisiva, sobre la falta de atención de la sociedad moderna hacia esas personas ocultas en la sombra, frágiles, sin recursos ni horizontes. Como sucediera en el film Invisibles de Oren Moverman (2014), sus dramas personales con invisibles para un sistema burocrático que entiende bien de números, reglamento y estadísticas, pero no de personas.

El guion está salpicado de algunas escenas divertidas y conmovedoras, con diálogos frescos y ocurrentes, pero que no ocultan nada de la dura realidad de esas mujeres, que han perdido lo fundamental para poder recobrar las fuerzas de luchar por la superación: la esperanza. Con un resto de humor, para darse a sí mismas la ilusión de ser alguien visible, adoptan el nombre de personajes femeninos brillantes: Edith Piaf, Brigitte Macron, Julia Roberts, Brigitte Bardot… Un gesto tan simple es capaz de transmitirnos que todavía les queda un último rescoldo de energía para las bromas. Un grupo de actrices de etnias distintas, muchas de ellas no profesionales y con experiencia de exclusión social, dotan de su propia autenticidad a los personajes del film.

Aunque es inevitable hacer referencia a un sistema administrativo incompetente para afrontar un problema real y candente, no es eso lo que le interesa a Petit. Ante todo, el cineasta quiere rendir un homenaje a tantas asistentes sociales y personas voluntarias, prácticamente tan invisibles para la sociedad como las mujeres con y para las cuales trabajan, pero capaces de arriesgarse a burlar los rígidos límites de la legislación con tal de no renunciar a los proyectos de reinserción en los que ellas confían. Aunque, en el fondo, más que en el éxito final, creen en el desarrollo del proyecto mismo. Tal vez el objetivo sea utópico e inalcanzable, pero en esa lucha por conseguir un trabajo y un lugar donde vivir de forma autónoma, lo más importante es el encuentro personal con esas mujeres que viven hundidas en la miseria. Se trata de que recuperen la dignidad herida, sintiéndose valoradas por una personas -funcionarias y voluntarias- que creen en ellas y que están comprometidas en apoyarlas y acompañarlas, hasta el punto de dedicarles todo su esfuerzo e, incluso, de asumir el riesgo de sufrir ellas mismas, un grave perjuicio en su hoja de servicios laborales. Es decir, no las tratan como meros números de una estadística (mero nivel 1), sino como personas, con lo que eso supone de alto rango y dignidad (nivel 2 de realidad).

El núcleo temático de la película no es, pues, tanto la denuncia social cuanto la demostración patente del valor único de las relaciones humanas inspiradas en el amor generoso y la entrega desinteresada, sin ningún atisbo de moralina ni de utilización impúdica de la miseria. Tal vez por eso no se profundiza en ninguno de los personajes marginados, por respeto a su intimidad.

Audrey Lamy otorga un entusiasmo contagioso al personaje de su mismo nombre, altruista y decidido, siempre dispuesto a preocuparse y comprometerse por los demás, mientras que Corinne Masiero encarna a la perfección a una directora celosa del cumplimiento de la norma, pero que, puesta en la disyuntiva de elegir entre la eficacia del sistema y el amor a la persona, no duda en su opción. Muy bien también Noémie Lvovsky como Hélène -un personaje menos claro- y Déborah Lukumuena, una entrañable Angélique.

Louis-Julien Petit no propone ninguna solución al drama social de la exclusión de mujeres sin techo. Ni tan siquiera insinúa que exista un modo de solucionarlo totalmente. Sencillamente lo muestra con realismo y autenticidad, como un himno de admiración hacia esas luchadoras de lo imposible. Hacer un mundo mejor, transmitir a las generaciones venideras un mundo más justo y más habitable, antes que una cuestión de leyes, es una cuestión de amor, de compromiso y entrega personal para socorrer al ser que, de tan desvalido e insignificante, se ha hecho invisible.