Cine y Valores

Las flores de la guerra

Título original: 
Jin líng shí san chai
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2011
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
146
Contenido formativo: 
Crítica: 

Argumento: Geling Yan (Novela)
Nanking, 1937. La ciudad es el principal frente de la guerra entre China y Japón. John Miller, empleado de una funeraria, llega a una iglesia católica para preparar el entierro del párroco recientemente fallecido, pero se ve atrapado en medio de la toma de Nanking por el ejército japonés. El joven norteamericano, de moral dudosa y pocos escrúpulos, trata de aprovecharse de las circunstancias, sin otra preocupación que su propia supervivencia. En la iglesia vive un grupo de niñas, al cargo de un adolescente bondadoso. Poco después, aparecen buscando refugio unas prostitutas de un burdel cercano. Tras una noche de borrachera, en un acto de mofa, John viste la sotana del sacerdote fallecido. Pero, al aparecer así vestido ante las niñas, comprueba sorprendido que éstas ven en él la figura paternal que las puede proteger. Inesperadamente, ante las terribles acciones del ejército japonés, el espanto de los intentos de violación que presencia, John asume realmente ese rol de protector del abigarrado colectivo de personas del que acaba sintiéndose responsable.
La película está inspirada en la novela de Yan Geling, Las Trece Flores de la Guerra”, a su vez basada en los hechos reales de la masacre de Nanking, que supuso el asesinato y la violación de cientos de miles de personas. Pero, aunque el marco es la guerra, y Zhang Yimou no escatima ningún horror de las acciones bélicas o de la crueldad por parte de los soldados, los auténticos protagonistas son ese grupo de personas, es un película de personajes. En medio del miedo y del profundo sufrimiento, entre esos seres angustiados se van estableciendo lazos de humanidad y de comprensión del otro. Con unos rasgos simbólicos bellísimos –las cuerdas del instrumento de música ensangrentadas, los cristales de mil colores de la vidriera de la iglesia saltando bajo los disparos proyectando en medio de la destrucción y el pánico la luz multicolor de la esperanza– vamos percibiendo la transformación de los personajes, desde el egoísmo y la prevención, a la solidaridad que llega hasta el heroísmo y al amor “hasta el extremo”.
Yimou ha querido plasmar que, en las peores circunstancias, el impulso de salir de sí para ayudar a los otros puede llegar a tener más fuerza que el propio deseo de supervivencia y, por supuesto, más sentido. Él mismo ha afirmado: "No importa que guerras o desastres tengan lugar en la historia, lo que rodea esos momentos es la vida, el amor, la salvación y la humanidad. Espero que esas cosas se perciban en esta historia. Su lado humano era más importante para mí que el contexto de la masacre de Nanking. La naturaleza humana, el amor y el sacrificio: esos son los elementos verdaderamente eternos. La pregunta que perdura es cómo el espíritu humano puede crecer y desarrollarse incluso en tiempos de guerra”.
No obstante, hay que notar que esa posibilidad de crecimiento personal en medio de la depravación de la guerra, el sentido del honor y, en suma, la capacidad de amar hasta entregar la vida por el otro, se ha quedado limitada al bando chino, soldados y personajes en el entorno de la iglesia. Del lado nipón la película únicamente nos muestra brutalidad y crueldad sin límites. Sólo hay una escena en que puede parecer que los oficiales japoneses tienen algún tipo de sensibilidad, pero no tardamos en descubrir que esa actitud no era más que un ardid que encerraba la misma ferocidad de los salvajes asesinos y violadores.
El film también deja al espectador momentos de respiro provocándole una sonrisa, y hasta una tímida risa, como cuando el experto maquillador de cadáveres está ocupándose de cambiar el aspecto de las prostitutas, en una escena con un simbolismo estremecedor. Las prostitutas yacen, pero no para entregar su cuerpo a cambio de dinero, sino para ofrecer su persona por amor desinteresado.
La flores de la guerra, la más cara superproducción china de la historia, es una película espléndida, con una puesta en escena brillante y costosa, bellísima en su crudeza, pero, sobre todo, es una historia humana. Los actores, protagonistas y secundarios, son extraordinarios, marcan el dinamismo de la acción y son la expresión del sufrimiento y la dignidad. En medio del caos de furia y sangre que fue la ciudad de Nanking, Yimou nos muestra una historia intimista, en la que los sentimientos van evolucionando del egoísmo, el deseo carnal y la incredulidad, hasta actitudes de amor puro e incondicional, de acercamiento a la fe en una impresionante oración en silencio al pie de un altar en ruinas. Resulta ciertamente muy curioso, que, al final, esa historia de solidaridad, sacrificio y entrega por amor, llevada a la pantalla por un artista chino como Zhang Yimou, esté iluminada por el símbolo de la cruz, en una iglesia cristiana.
Es una película conmovedora que sobrecoge al espectador, plantea interrogantes sobre la capacidad de conversión del hombre y el dinamismo del amor para llegar a convertir a los hombres en auténticos héroes.