Cine y Valores

La tragedia de Peterlo

Título original: 
Peterloo
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
154
Contenido formativo: 
Crítica: 

UN HOMBRE UN VOTO

Una crónica de cómo se gestó y nació el movimiento obrero en el norte de Inglaterra, que culminaría en 1819, con una horrible masacre en el curso de una manifestación pacífica. La película arranca con el final de la batalla de Waterloo en 1815, cuando las fuerzas británicas, encabezadas por Wellington, acabaron con el ejército francés de Napoleón. Joe, un joven corneta, anda como perdido en la desolación del campo de batalla. Pertenece al ejército vencedor, pero es más bien la imagen de un vencido, exhausto y sin horizontes.

La narración continúa con la llegada de Joe a su hogar en Mánchester, y lo vemos después intentando inútilmente encontrar trabajo, porque es una época de estrecheces. En los últimos tiempos, las cosechas han sido malas y, como existen leyes que prohíben la importación de cereales, los productos de primera necesidad, como el pan, han sufrido un alza de precios que los convierte en casi inasequibles para la mayor parte de la población.

En esa época, el pueblo llano no estaba representado en la Cámara y, además, no se podía prácticamente hablar de separación de poderes, pues el legislativo dependía directamente del ejecutivo y éste estaba en manos de las clases altas. En tales circunstancias, se multiplicaban los movimientos y las reuniones de ciudadanos que cada día se veían en peor situación de penuria. Pedían que se reformara el sistema, se impusiera el sufragio universal, es decir, cada hombre un voto, y que, en el Parlamento, hubiera un representante del pueblo por Mánchester. Como cabía esperar, la oligarquía que ostentaba el poder no estaba dispuesta a hacer ni la más mínima concesión.

Mike Leigh estructura su narración de forma clara y cronológica, hasta llegar al hecho mismo de la manifestación que terminó con una carga brutal de la caballería sobre ciudadanos pacíficos e indefensos. Se detiene en flashes de juicios injustos y atroces, que ayudan a comprender mejor los discursos y los debates de hombres y mujeres de la clase obrera, extrañamente expertos en el arte de la elocuencia y en hacer vibrar al pueblo ofendido para que, todos juntos, como un solo hombre, levanten su voz para reclamar sus derechos. Asimismo, Leigh contempla los conciliábulos y reuniones de la perversa clase aristocrática, que veía con indignación cómo eran amenazados sus privilegios.

El relato tiene un planteamiento exageradamente maniqueísta. Los ricos son todos, sin excepción, unos malvados irredentos mientras que los pobres son todos, sin excepción, unas personas bondadosas, y muy preparadas y capaces para la teoría política y la oratoria. Por otra parte, es una película coral muy interesante sobre política, aunque no tanto sobre historias humanas concretas. Por ello, por esa carencia de personajes que puedan conectar con el espectador, el film resulta bastante largo y repetitivo hasta llegar al momento final, realmente apoteósico, de la gran manifestación de Peterloo. La plabra surge de la contracción entre Waterloo -ámbito del éxito del ejército británico- y Peter’s Field, el lugar de las esperanzas de éxito del pueblo, pero que se convirtió en una carnicería.

Los últimos veinte épicos minutos son de una grandeza y una tristeza que conmueve el alma. Son imágenes arrolladoras que se imprimen con fuerza en la retina del espectador. Constituyen, sin duda, lo mejor de la película. Esos minutos, por sí solos merecen las dos horas largas ante la pantalla.