[Crítica cedida por Pantalla 90]
LEER, VIVIR LA VIDA QUE OTROS SOÑARON
1946. Londres está empezando a recobrar la vida normal tras la pesadilla de la guerra. Juliet Ashton, una joven articulista de prensa y escritora londinense, conocida por sus crónicas de guerra en clave de humor, está buscando tema para un nuevo libro, cuando recibe una misteriosa carta de Dawsey Adams, un granjero desde Guernesey, una de las islas del Canal de la Mancha. Adams le pide la dirección de una librería en la que poder encontrar obras de Charles Lamb y le explica que es miembro de la «Sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernesey», fundada durante la ocupación alemana. En aquella terrible época, constituyó un refugio y una evasión para una serie de personas y en la actualidad la asociación sigue plenamente viva por la pasión de sus miembros por los libros y la lectura. Movida por la curiosidad, Juliet inicia un interesante intercambio epistolar con el agricultor isleño y, al poco tiempo, toma la decisión de abandonar Londres -e incluso a su vehemente novio americano- y dirigirse a Guernesey con la intención de escribir una serie de artículos para contar la historia de ese curioso club de amantes de los libros. Pero una vez allí, va a encontrar mucho más que el tema para su trabajo.
El magnífico guion de Thomas Bezucha, Don Roos y Kevin Hood está basado en el libro homónimo de Mary Ann Shaffer, con la colaboración de su sobrina Anni Barrows, que la ayudó a terminar el libro cuando unos problemas de salud le impidieron continuar el trabajo. La novela vio la luz en 2008, poco después del fallecimiento de su autora. La obra de Shaffer está estructurada en forma de cartas entre los diversos personajes. La inteligente adaptación cinematográfica ha sabido conservar la presencia de las cartas intercambiadas entre los personajes -unas escritas a mano, otras mecanografiadas- sin que la acción pierda dinamismo por ello.
Mike Newell, que firmó su mejor film con Cuatro bodas y un funeral, presenta de nuevo una magnífica película, con planos, decorados y vestuario de una belleza sublime, que contrastan con los relatos de las amarguras que vivieron los habitantes de la isla durante la ocupación. En ese sentido, los saltos temporales -de la actualidad a la época de la guerra- están llevados con mucho acierto, fluyen con naturalidad y el ritmo no se altera en ningún momento.
La historia nos remite a una realidad de la guerra no demasiado conocida: la ocupación alemana de las islas británicas del Canal. El reparto es magnífico del primero al último de los actores. Todos llevan a cabo un buen trabajo, si bien no podemos dejar de destacar a Lily James, la adorable Juliet Ashton, y a Jessica Brown Findlay como Elizabeth Makenna, la fundadora de la «Sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernesey», una figura que intrigará, apasionará y, finalmente, se convertirá en referente de Juliet, porque Elizabeth «hacía las cosas con el corazón».
La trama es muy interesante y muy rica de contenido humano. Trata del valor de la amistad, de las relaciones valiosas entre las personas, de la importancia de la generosidad y la apertura al otro, del amor auténtico, el que implica compromiso y entrega personal. Y, por encima de todo, como catalizador e hilo conductor de todos los acontecimientos, la literatura. Es un canto de amor al libro como ámbito de seres, vivencias e historias, que invitan a sumergirse en ellas y cobran vida en la lectura y con el lector.
Una película deliciosa, elegantemente realizada, conmovedora, amable y que mantiene al espectador en tensión durante sus algo más de dos horas de metraje. Para no perdérsela.