Cine y Valores

La novia del desierto

Título original: 
La novia del desierto
Género: 
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2017
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
78
Contenido formativo: 
Crítica: 

PARA NO MORIR DE SED COMO LA DIFUNTA CORREA

Teresa Godoy ha trabajado desde su juventud como empleada de hogar con una familia de Buenos Aires. Pero la familia vende la casa y ahora, a sus 54 años debe aceptar un trabajo en San Juan, a más de 1 000 km. Teresa está desconcertada y triste, le cuesta el cambio, nunca ha viajado, no tiene ninguna soltura para valerse por sí misma, pero, como siempre ha hecho, se deja llevar por los acontecimientos, sin plantearse la posibilidad de elegir. No se le oye una queja ni un lamento. Sus sentimientos de miedo y pena solo brotan en la soledad de la noche como unas discretas lágrimas antes de dormirse.

El autobús en el que viaja camino de San Juan sufre un pequeño accidente y los viajeros deben pasar la noche en Vallecito, en el santuario de la Difunta Correa, en el desierto de San Juan. Teresa no conocía la existencia de ese lugar ni la historia que lo envuelve. Cuenta la leyenda que, a mediados del siglo XIX, Deolinda Correa, con su niño en brazos, se aventuró por el desierto en busca de su marido. Pero le faltaron las fuerzas y murió de sed. Tres días después, unos arrieros encontraron el cadáver tumbado en el suelo y al niño alimentándose de los pechos de la madre que, milagrosamente, seguían manando leche. Los hombres dieron sepultura a la mujer y se llevaron al niño. La Difunta Correa adquirió fama de muy milagrera y, todavía hoy, cientos de peregrinos van a pedirle favores y le ofrecen diariamente botellas de agua a esa mujer que murió de sed.   

Las escenas del paseo solitario de Teresa por el monasterio se alternan con breves flashes de recuerdos de su vida pasada en los que contrastan los colores fríos de la casa en la que trabajaba con la luz cegadora del desierto, la rutina tranquila de sucesivas jornadas todas iguales entre sí del pasado al vendaval amenazador que anuncia la sacudida en la vida de Teresa. Porque la película es una parábola de la existencia de esa mujer. Ha pasado más de treinta años como ese pájaro al que cuida, viviendo en la seguridad de una jaula, sin plantearse qué había fuera. Todas sus cosas caben en un bolso de viaje «Grande… No, mediano». Su vida es así de reducida.

En el mercadillo cercano, cuando acaba de conocer a un feriante pintoresco y divertido, apodado «El Gringo» que es todo lo contrario de Teresa -nómada por vocación, sociable y hablador-, en un despiste pierde el bolso con sus humildes pertenencias -metáfora de que ha perdido su pobre vida anterior- y ya no puede seguir avanzando por inercia, tiene perentoriamente que recuperar el bolso, es decir, encontrarse a sí misma, aprender a reír y a sonreír, a desear y a amar. Y sólo entonces, cuando haya saciado su sed interior y su desierto interior haya recobrado el verdor, podrá ella también ofrecer a la Difunta Correa el agua que ya no necesita porque ha saciado su sed de vivir.

La película de Cecilia Atan y Valeria Pivato tiene el metraje preciso, ni sobre ni falta un minuto para su ritmo pausado. Impresiona por su sencillez y por la suavidad con la que la protagonista, un ser insignificante y oscuro, va transformándose paulatinamente en una mujer luminosa y decidida, al tiempo que va fraguándose la relación entre Teresa y El Gringo. Está muy logrado el modo en que, en algunas escenas, la cámara se centra en un solo personaje mientras los demás aparecen totalmente difuminados, creando con ello la impresión de un mundo sin relaciones, cada persona encapsulada en su propia soledad: ese era el mundo desértico de Teresa Godoy. Paulina García nos ofrece una interpretación magnífica, dejando ver cómo su rostro inexpresivo y su gesto hermético se van ofreciendo al aire y sol del desierto. Claudio Rissi está también soberbio como el bondadoso charlatán, que lleva la casa a cuestas, porque no quiere asentarse.

Un road movie delicado por una naturaleza extraña y portentosa, metáfora de un viaje interior, de una búsqueda íntima hasta recuperar la vida y la libertad.