[Crítica cedida por Pantalla90]
Los vecinos de Pietrammare, un pueblo siciliano imaginario, están hartos de la mala gestión del alcalde, Gaetano Patanè, que lleva aferrado al sillón desde innumerables legislaturas: las carreteras están llenas de baches, el tráfico es un caos, las calles apestan por las basuras acumuladas, una fábrica altamente contaminante hace que la mortalidad de la zona sea alarmantemente alta, los guardias municipales y forestales brillan por su ausencia, etc. Pero, con las nuevas elecciones, por fin parece que puede haber llegado la hora del cambio, porque, contra todo pronóstico, sale victorioso Pierpaolo Natoli, un profesor de instituto de 50 años, que jamás se había dedicado a la política y llega al Ayuntamiento lleno de buenas intenciones y decidido a cumplir todo su programa electoral.
L'ora legale se ha convertido en la película más taquillera en Italia. Sin duda es muy localista, porque utiliza con humor los tópicos italianos, pero hay un fondo en el que podemos sentirnos todos identificados. Más que en la corrupción o la inutilidad en la política, Ficarra y Picone ponen en el foco en el votante, el ciudadano común, que crítica la inmoralidad de sus representantes, pero, en la medida de sus posibilidades no es mejor que ellos, busca también su provecho sin ningún sentido ético. Critica que los demás no cumplan las leyes, pero él está dispuesto a saltarse toda norma con tal de obtener un beneficio o una prebenda. Por eso las reglas claras le molestan.
Tony Sperandeo está impresionante encarnando a Patanè, el alcalde corrupto que no teme ni ser detenido, porque está seguro que, al final, el pueblo estará de su parte y cuya eterna sonrisa nos remite a otro político italiano, ese sí real, capaz de salir a flote en aguas putrefactas. Vincenzo Amato, el noble Pierpaolo, da muy bien la imagen del hombre honrado, sin ninguna ambición, decidido a cumplir sus promesas electorales y a esforzarse por el bien común. Ficarra y Picone están graciosísimos como los dos cuñados, socios en el negocio pero enfrentados en las elecciones.
El tema de la película es ocurrente y la primera parte resulta francamente divertida. Pero, a medida que va avanzando la historia y que nos vamos sintiendo aludidos por el sinsentido de revocar a un político, legítimamente elegido, sencillamente porque resulta incómodo por ciertos fines inconfesables, la sonrisa se nos va borrando.
La hora del cabio es una comedia amable y entretenida, con gags divertidos, que permite pasar un buen rato, pero que, seguramente, en España no tendrá el mismo éxito que en Italia.