DOUCE FRANCE
La película arranca con una escena que es una clara referencia a Mon oncle de Jacques Tati. Toda una declaración de intenciones, porque la película de Wes Anderson, además de un homenaje a la profesión periodística, es un canto de amor a la cultura popular francesa.
La acción nos sitúa en la redacción de la revista «The French Dispatch» (que da el título original), suplemento francés del periódico estadounidense «Kansas Evening Sun». Wes Anderson rinde tributo al buen periodismo, por boca del director de la revista, Arthur Howitzer Jr., que recomienda a los redactores cómo deben escribir, en la forma y en los contenidos.
De la redacción de la revista brota la estructura de la narración: un obituario del editor; un viaje guiado que supone una mirada nostálgica, burlona y tierna a la Francia de la segunda mitad del siglo XX; un artículo sobre el secuestro del hijo de un comisario; el relato de un movimiento estudiantil, con un joven Zeffirelli; la historia del preso Moses Rosenthaler, que se convirtió en un artista, y de su modelo, Simone, la guardiana de la prisión.
La acción se sitúa en la ciudad imaginaria de Ennui-sus-Blasé, que ya advierte de que se trata de un relato con un humor absurdo, pero inteligente. El término ennui significa aburrimiento, y un hombre blasé es alguien hastiado. La estructura del film se despliega como si fuera un gran libro de imágenes, en el que cada una de esas pequeñas historias fueran a modo de capítulos visuales, elaborados minuciosamente, que pasan en cualquier momento, del blanco y negro al color, a la animación o, incluso al «stop-motion». Los artículos de la revista parecen a veces un mero pretexto para el juego visual de Anderson, con simetrías en paneles y decorados.
Para una película de tantos efectos visuales, el cineasta ha congregado a su vez a un impresionante número de actores de primera fila, como Bill Murray, Léa Seydoux, Benicio Del Toro, Tilda Swinton, Mathieu Amalric, Timothée Chalamet, y Frances McDormand, entre otros. Como los decorados, también el elenco acaba resultando excesivamente acumulativo. Tal vez el exceso se utiliza para cubrir un cierto vacío de contenido.
Quizá no sea una película para todos los espectadores, pero a quienes les guste el cine de Wes Anderson y, sobre todo, quienes disfrutaron con El Gran Hotel Budapest, no van a sentirse defraudados con La Crónica Francesa.