La película empieza ofreciendo una información histórica imprescindible para entender los sucesos que se van a narrar. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estonia fue ocupada por el ejército alemán y muchos jóvenes estonios fueron reclutados. Tras la victoria de los aliados, el país entró a formar parte de la URSS y todos aquellos que habían combatido con los alemanes fueron considerados criminales de guerra. No sería hasta 1953, a la muerte del dictador Joseph Stalin, cuando algunos de esos hombres encarcelados pudieron recobrar la libertad.
A principios de 1950, después de haber abandonado Leningrado, perseguido por la policía secreta de Stalin, el joven Nelis llega a la ciudad estonia de Haapsalu. Con una falsa identidad, encuentra trabajo como profesor de educación física, pero el director de la escuela, perfecto secuaz del régimen comunista, no está decidido a permitir que se le escape ningún detalle sobre el recién llegado para asegurarse que no se aparta ni en lo más mínimo del ideario y las consignas comunistas. Además de las clases regladas, los sábados debe organizar un club de deportes para los niños, que acaba derivando en unas clases de esgrima, en contra de la opinión del director, que las considera una actividad burguesa, inapropiada para el “proletariado”. La mayoría de sus alumnos sufren la ausencia del padre –fallecido en la guerra o detenido por la policía soviética– y en Endel ven la figura del varón al que admirar y en el que confiar.
Todo parece discurrir bien hasta que surge la posibilidad de presentarse a un campeonato de esgrima en Leningrado. Y Endel se encuentra en una difícil encrucijada, debe elegir entre permitir que los niños se presenten al campeonato, o bien rechazar la oportunidad para salvaguardar su propia seguridad. Regresar a Leningrado es altamente peligroso para él, pero, por otra parte, para los niños esa coyuntura representa mucho más que el hecho de que cuatro de entre ellos vayan a representarlos en una competición nada menos que en Leningrado. Progresar hasta ese punto en la esgrima, a la sombra de su profesor, ha sido para ellos un estímulo y una ilusión en sus vidas, cuando el ambiente de sus familias es triste y desesperanzado. Para el profesor es una decisión muy difícil de tomar.
Klaus Härö le imprime un ritmo tranquilo a la película, de tal modo que el espectador puede profundizar en el dilema moral del profesor. Pero, aunque presenta la importancia del papel del educador en la vida de los niños, no cae en un sentimentalismo exagerado. Härö se limita a narrar, dejando que sea el espectador quien se forme juicio o extraiga sus conclusiones. Por eso tampoco tiene una postura beligerante con el régimen soviético si bien no deja de reflejar la atmósfera opresora y mísera de un país comunista.
En la parte final de la película el ritmo se hace más vivaz y abre dos líneas de acción e intriga. Por una parte, los entrenamientos y la competición de esgrima y por otra el desenlace de la situación arriesgada, casi temeraria de Endel Nelis.
Una buena película, con un ingrediente de género deportivo, y una trama interesante desde el punto de vista histórico y, sobre todo, humano.