EL AUTOR DE SU MENTIRA
Finales del siglo XX. A Joe Castleman, uno de los novelistas más famosos de los Estados Unidos, le acaban de conceder el Premio Nobel de Literatura. Él y Joan, su mujer, reciben la noticia con una gran alegría. Joan es una «buena esposa» que, durante cuarenta años, ha estado al servicio del talento de su marido escritor, lo ha respaldado y apoyado en su carrera literaria. Al mismo tiempo se ha preocupado de mantener el equilibrio de la familia, y ha cuidado también de su marido en todos los aspectos: la salud, su ropa, su alimentación... Aparentemente son un matrimonio perfecto. La vida les sonríe de forma espléndida, tanto más que, estando en Estocolmo, para participar en la solemne ceremonia de entrega de los Premios Nobel, reciben, muy emocionados, otra maravillosa noticia: acaban de ser abuelos por primera vez. Pero viejos rencores celosamente guardados en lo más profundo del alma han empezado a salir a luz…
En esta adaptación cinematográfica de la novela de Meg Wolitzer, The wife, no hay nada que no hayamos visto en el cine respecto a los amores y desamores de una pareja madura, problemas de relación con los hijos y rendición de cuentas de toda una vida en común, pero Björn Runge cuenta con una baza de calidad indiscutible, un actriz de excepción: Glenn Close. Su mirada azul, su rostro anguloso enmarcado en una elegantísima plata y sus gestos casi imperceptibles dejan entrever las grietas en su felicidad y los largos silencios que tal vez hayan tocado a su fin. Muy bien secundada por Jonathan Pryce, un grandísimo actor, cuyo magnífico trabajo en este caso queda casi eclipsado por esa diosa de la pantalla. El resto del elenco sabe estar a la altura, especialmente Christian Slater, el sibilino periodista Nathaniel Bone; Annie Starke y Harry Lloyd, los jóvenes Joan y Joe Castleman.
A través de flash-backs que nos retrotraen al tiempo en que se conocieron los esposos, cuando él era profesor de escritura creativa y ella su alumna más aventajada, la trama va desvelándose paulatinamente. Las reacciones de Glenn Close a esos recuerdos, sus gestos y expresiones no necesitan palabras para hacernos comprender cómo se fueron desarrollando los acontecimientos. A veces una breve frase, una insinuación, sin otro destinatario que ella misma, llegan llenas de sentido al espectador. La película está muy bien rodada, con algunas escenas en los decorados auténticos de Estocolmo, y resulta muy agradable de ver. Pero sin duda la mayor gloria del film es Glenn Close, que nos ofrece una de las composiciones más extraordinarias de una carrera ya gloriosa. Solo por recrearse con su actuación, merece la pena ver La buena esposa.
La historia tiene una dimensión feminista, con la referencia a la discriminación que sufrían las mujeres con respecto a los varones, en los años 60 y 70 del pasado siglo. Pero en realidad, además de la cuestión de los derechos de la mujer a ser reconocida en sus méritos y cualidades, sin que el hecho del sexo influya en la valoración, la película da que pensar sobre temas éticos de hondo calado respecto de la actitud de autor hacia su libro, porque, dependiendo de en qué nivel se mueva el escritor, así tratará a su obra. Para uno puede ser un instrumento para obtener renombre y poder económico, mientras que para otro será el fruto de una creación y, por tanto, el libro no es «medio para», sino que es un fin en sí mismo (lo cual, por supuesto, no impide que reciba un dinero por la venta de ejemplares). ¿En uno y otro caso es igual de fraudulenta, la existencia de un «negro»? ¿Cuál es el límite que establece la diferencia entre robar la obra de otro para apropiársela o aceptar los servicios de otro a cambio de una retribución o ganancia convenida? ¿Por qué resulta tan repulsivo conocer que alguien que se presenta como creador de una obra es en realidad un tramposo que plagia, roba o compra la obra de otro? Son cuestiones éticas muy importantes que la película nos mueve a reflexionar.