Cine y Valores

Invictus

Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2012
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
133
Contenido formativo: 
Crítica: 


La película está basada en el libro de John Carlin “El factor humano” (“Playing the Enemy”), inspirado a su vez en la verdadera historia de cómo Nelson Mandela unió sus fuerzas con el capitán del equipo de rugby de Sudáfrica, François Pienaar, para luchar por la unión de su país.
Cuando en 1994 Nelson Mandela es elegido Presidente de Sudáfrica, su predecesor, Frederik Willem Ryan de Kleck, ya había derogado las leyes segregacionistas y en el país había una nueva constitución, pero en la práctica el apartheid no estaba superado, seguía habiendo diferencias raciales y económicas entre los ciudadanos de Sudáfrica, y la nación vivía una gran tensión. Mandela dedicó todos sus esfuerzos a conseguir la unión de su pueblo y para ello aprovechó el lenguaje universal del deporte para entusiasmar a blancos y negros en la difícil empresa de la Copa del Mundo de rugby de 1995.
INVICTUS narra los esfuerzos de Nelson Mandela, primer presidente de Sudáfrica elegido por medios democráticos, por sufragio universal, por restañar las heridas de los ciudadanos negros y derribar las prevenciones y rechazos de los blancos. Pretende que todos se unan en nombre de la patria común. Para ello aprovecha la coyuntura de que su país acoge la copa del mundo de rugby y recaba la colaboración de François Pienaar, capitán de los Springbocks, equipo nacional de rugby.
El equipo de los Springbocks era el icono de la minoría blanca y, en consecuencia despertaba la animadversión de la población de color. Con gran esfuerzo y tenacidad, consiguen que los ciudadanos se vayan identificando con los colores del equipo de modo que deja de ser el símbolo de unos cuantos para pasar a representar a toda la nación.
En la película, Mandela aparece como un auténtico líder. Todo su esfuerzo lo dedica a sacar a su pueblo del marasmo en que está sumido, y a hacerle experimentar el gozo y el orgullo de ser sudafricano. Como le sucedió al mismo Mandela, durante los juegos olímpicos de Barcelona de 1992, cuando al entrar en el estadio, todo el mundo lo recibió cantando “N’Kosi Sikeleli Africa” (que empieza diciendo “Dios bendiga a África, que alce su gloria, escúchanos, Señor, bendícenos, Señor, a nosotros, tus hijos. Señor, te rogamos que protejas nuestra nación. Intervén y cesa todos los conflictos. Protégenos, protege nuestra nación, protege a Sudáfrica”.) Se lo explica a François: “Por entonces el futuro de nuestra nación parecía muy sombrío, pero al oír esa canción en las voces de personas de todo el planeta, me sentí orgulloso de ser sudafricano. Me inspiró para volver y hacer las cosas mejor, me motivó para esperar más de mí mismo”.
No le mueve ningún interés personal ni ninguna ambición política, ansia de poder ni búsqueda de beneficio, sino el bien de su pueblo. Y tiene muy claro cuál es el camino para conseguirlo. Para construir un país, debe antes tender puentes de entendimiento entre las personas. Y empieza predicando con el ejemplo. Recién llegado a su despacho de Presidente, manda reunir a todos los funcionarios (la mayor parte de ellos son blancos). Les da libertad para dejar su puesto aquel que así lo desee, pero él no echa a nadie. “Necesitamos su ayuda, queremos su ayuda. Y, si deciden quedarse, estarán haciendo un gran servicio a su país. Lo único que les pido es que hagan su trabajo lo mejor que puedan y con buena voluntad. Les prometo hacer lo mismo”.
El establecimiento de la unidad entre los sudafricanos constituye para Mandela un objetivo prioritario. Se esfuerza porque ambos colectivos –la minoría blanca que disfruta del poder económico y los negros que llevan años soportando terribles injusticias– dejen de replegarse egoístamente sobre sí mismos y compartan una meta y una ilusión común. Para él, el hecho de entusiasmar a la población con la copa del mundo es un recurso para conseguir que los sudafricanos lleguen a tener el sentimiento y el orgullo de pertenecer a una patria común.
La reciente muerte de Nelson Mandela, no por esperada menos sentida, es, sin duda, una ocasión propicia para disfrutar de nuevo con esta excelente película, que supone un fiel retrato de un personaje histórico irrepetible.