Cine y Valores

Instinto maternal

Título original: 
Duelles
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
97
Contenido formativo: 
Crítica: 

DUELO DE INSTINTOS

Principios de los años 60. Alice Brunelle y Céline Géniot viven en cada una de las dos viviendas unifamiliares adosadas, de un edificio bastante lujoso, en un barrio residencial de las afueras de Bruselas, con sus respectivos maridos, Simon y Damien, y sus hijos Théo y Maxime, de 8 años, que se están criando como hermanos. A modo de metáfora de lo que va a suceder en la historia, los dos niños han hecho un agujero en el seto, que les sirve de pasadizo secreto para ir de una casa a otra sin que nadie se entere.

Alice y Céline están unidas por un entrañable afecto y una amistad fraternal. También los dos maridos parecen llevarse bien entre ellos. La vida de ambas familias transcurre plácidamente, hasta que un trágico acontecimiento sacude ese tranquilo universo y rompe la pacífica convivencia entre ellos.

Veerle Baetens encarna magistralmente a la rubia inquietante, que parece surgida de una película del propio Hitchock y, a su misma altura interpretativa, Anne Caesens le da la réplica como la enigmática vecina. Desde las primeras escenas de la película, vemos cómo ambas se observan discretamente a través del suave movimiento de las cortinas. Masset-Depasse sabe crear una atmósfera intrigante, a la que contribuye no poco la música turbadora de Renaud Mayeur y Frédéric Vercheval. El espectador se ve inmediatamente atrapado en ese extraño duelo entre dos mujeres, incluso antes del terrible suceso. Ya en la fiesta sorpresa de cumpleaños, momento de alegría para todos, se tiene la sensación de que, en el fondo de esa amistad tan intensa, hay algo raro indefinible.

El título original, duelles (duales), resulta muy expresivo: El acosador mental solo puede actuar si encuentra una víctima adecuada, alguien de cuyo equilibrio psíquico puedan albergarse dudas, que esté en entredicho entre la gente de su entorno. La perversión del manipulador queda así enmascarada, velada por lo que todos creen una insania mental de la víctima, a la que no dudan en calificar de paranoica. A lo largo de todo el relato, el espectador se encuentra desorientado, sin aclararse de qué lado está el despropósito.

En este duelo entre mentes femeninas, obsesionadas ambas por el instinto maternal, los dos maridos se hallan no menos perdidos que el espectador y pasan, casi sin solución de continuidad, de la ira excesiva a la emoción desbordada, o a incapacidad de ir más allá de unos razonamientos miopes.

El belga Olivier Masset-Depasse mantiene con buen pulso la intriga en este thriller psicológico que, en muchos rasgos, remite al gran maestro del suspense. Como en el uso de los hipnóticos primeros planos, para mostrar la angustia, pavor o crispación en los rostros de los personajes, o primerísimos planos para resaltar unas manos enfundadas en guantes y algunos objetos -un vaso, un peluche, una taza…-, y hasta el plano del edificio de las dos viviendas perfectamente simétricas. El espectador intuye que cada uno de ellos está lleno de un significado decisivo en el desarrollo de la trama, pero no consigue desentrañarlo hasta después del desenlace, que le proporciona la solución total.

Se le puede achacar al director que las últimas escenas, cuando se está ya rozando el final de la historia, resulten menos convincentes. Inevitablemente uno se pregunta si la policía, la justicia y los forenses belgas son todos unos perfectos incompetentes. Pero en conjunto es una película hipnótica, recomendable para quienes gusten de la intriga, el suspense y, sobre todo, las sensaciones fuertes.