Cine y Valores

Inch´Allah

Título original: 
Inch'Allah
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2012
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
102
Contenido formativo: 
Crítica: 

En un campo de refugiados palestinos en Cisjordania, Chloé, una ginecóloga canadiense, atiende a las mujeres embarazadas en un dispensario médico de Naciones Unidas para refugiados palestinos, en los territorios ocupados por Israel. Allí ha trabado amistad con la familia de Rand, una paciente embarazada cuyo esposo está detenido, a la espera de una sentencia judicial. En Jerusalén, donde vive, Chloé tiene una vecina, soldado israelí, con la que comparten, a su vez, una buena amistad.
Entre los puestos de control del ejército israelí y el muro de separación de ambas poblaciones, Chloé hace la experiencia de un conflicto que parece no tener solución y, sobre todo, se encuentra con personas que viven su propio drama a cada lado de ese muro de intolerancia y violencia.
La película está rodada principalmente con la cámara al hombro, lo cual hace que el protagonista se meta en el personaje de Chloé y vea la realidad desde los ojos perplejos de la joven médico. La historia comienza con una explosión en una concurrida terraza de Israel. El mismo atentado terrorista constituye la última escena de la película y, sólo entonces, cobra todo su sentido dramático. Anaïs Barbeau-Lavalette pretende ofrecer una descripción bastante objetiva, equidistante e, incluso, conciliadora, alejada de posturas excesivamente fanáticas por ambos lados del conflicto. Sin embargo, a lo largo del film la mirada de Chloé –y, por tanto, el ángulo de visión en el que se sitúa al espectador–se va volviendo más favorable a la dramática situación de los árabes que sueñan con pisar el terreno donde en un tiempo tuvieron su hogar.
La imagen de Safi, el niño autista hermano de Rand y del activista palestino Faysal, vestido de Supermán, vagando y rebuscando entre la basura de un vertedero junto al muro que separa la miseria de los refugiados palestinos de un asentamiento de colonos israelíes, nos trae a la memoria a la niña del abrigo rojo de LA LISTA DE SCHINDLER (Steven Spielberg, 1993), sola, sin rumbo, perdida en el caos de odio, sin más horizonte que la muerte del inocente.
Barbeau-Lavalette no deja ningún espacio al optimismo ni a la confianza de que pueda haber un fondo de humanidad y solidaridad en las personas, aunque sus pueblos estén enfrentados por un conflicto sin fin. Al contrario, lo que queda patente en la historia es que no hay otra salida que la violencia. El mismo personaje de Chloé es el paradigma de la inutilidad de intentar mediar en esa lucha desde una postura neutral. La joven médico, con toda su buena voluntad, no consigue más que exacerbar los ánimos y se acaba encontrando con la incomprensión y el rechazo de aquellos a los que ama y pretende ayudar. Pero, tomar partido, como hace al final, tampoco ayuda a nadie, sólo aviva aún más la espiral de violencia, causa más dolor y hace más imposible si cabe el diálogo y la comprensión.
Es una buena película, que ha obtenido con justicia el premio de la crítica (FIPRESCI) del Festival de Cine de Berlín en el 2013. Mantiene la tensión sin decaer ni un sólo momento y, finalmente, deja el gusto amargo de la conmiseración que se sabe inútil, porque todos son víctimas y verdugos y no hay espacio para una solución pacífica que pueda hacer cesar esa tragedia humana que sigue derramando sangre en un lugar del mundo, no lejos de nosotros.