Es una “road movie”, no por carretera, sino sobre raíles, en un tren desde Moscú hasta Múrmansk, en el que dos seres distintos llegan a encontrarse.
Laura una joven arqueóloga finlandesa toma un tren desde Moscú hacia San Petersburgo, para ir al yacimiento arqueológico de Múrmansk. Va llena de tristeza por alejarse de Irina, su amada, y de su entorno: el apartamento tan agradable y la vida social con gente culta de conversaciones intelectuales.
En el tren, tiene que compartir compartimento con Ljoh, un joven ruso rudo, inculto y de modales groseros. Son dos personas opuestas e incompatibles. Laura quisiera cambiar de lugar para perderlo de vista, pero no tiene posibilidad y no le toca más remedio que seguir con él. Sin embargo, poco a poco, va surgiendo entre ellos una atracción personal que los lleva a crear un encuentro a pesar de las diferencias de modales y nivel cultural. No es una historia de amor romántica y eso, quizá, sea su mayor mérito. No son tanto un hombre y una mujer, cuanto dos seres heridos que se acercan mutuamente para crear un encuentro.
A lo largo del trayecto, aprenden a conocerse, a quererse y a buscar lo mejor el uno para el otro. Hay momentos hilarantes, cuando vemos a Ljoh absolutamente deslumbrado por Laura y sus intereses, de los que, sin embargo, no entiende nada. Hay también escenas muy tiernas, como cuando juegan en la nieve como dos chiquillos o cuando cenan con la vieja, tal vez abuela de Ljoh.
Mariángeles Almacellas
Cannes julio 2021
(Texto a la salida de la proyección)