Cine y Valores

Hotel Transilvania 3: Unas vacaciones monstruosas

Título original: 
Hotel Transylvania 3
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
91
Crítica: 

EL MONSTRUO ENAMORADO

Todos los miembros de la familia de monstruos y sus amigos se embarcan en un crucero de lujo para que Drac pueda por fin tener un respiro y disfrutar de unas vacaciones en lugar de ocuparse de todo el mundo en el hotel. Todo va de maravilla, entre partidos de voleibol de monstruos, excursiones exóticas y sesiones de bronceado a la luz de la luna. Pero las vacaciones de ensueño dan un giro inesperado cuando Mavis se da cuenta de que su padre se ha enamorado de la misteriosa Ericka, capitana humana del barco. Nadie sabe que Ericka encierra un terrible secreto que constituye una terrible amenaza para todos, pues es bisnieta de Van Helsing, el famoso cazador de monstruos, el cual permanece oculto dentro del navío, tramando planes de destrucción.

Antes de exprimir una saga hasta la saciedad, habría que calcular bien si se puede superar, o por lo menos mantener, la calidad de los capítulos anteriores. Siempre es mejor que el público se quede con ganas de más a que se le ofrezca un producto agotado, como es el caso de la Hotel Transilvania 3: Unas vacaciones monstruosas. Esta tercera entrega es, sin duda, muy inferior a sus dos hermanas mayores y, al final, nos deja un cierto regusto de cansancio.

Si fuera una película aislada, sin precedentes, podríamos decir que no está mal. Tiene buena factura técnica y un fondo humano muy correcto. Habla del valor de vínculos familiares, del respeto y el afecto entre todos los seres, sean iguales o diferentes, de la importancia de que cada uno encuentre su «zing» (su «media naranja») en la vida, porque el hombre aislado, encerrado en sí mismo no es nada, necesita amar y ser amado para desarrollarse como persona. No es una película especialmente divertida, pero en algunos gags surge la chispa para provocar la risa, o por lo menos la sonrisa, y hacer que los más pequeños pasen un buen rato. No da para más, pero tampoco es poco.