Cine y Valores

Girl

Título original: 
Girl
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
100
Contenido formativo: 
Crítica: 

EL VALOR DE LA PERSONA

Lara (15 años) está sometiéndose a un tratamiento hormonal como preparación para la intervención quirúrgica de transformación de sus órganos genitales. De momento, disimula su masculinidad biológica para parecer una chica. Está impaciente porque llegue el día definitivo, y los dos años de espera hasta la operación se le hacen una eternidad. Además de convertirse en chica, Lara quiere llegar a ser una estrella de la danza clásica. Su padre, taxista de profesión, la apoya incondicionalmente y la acompaña en todas las gestiones necesarias. Tiene un hermano pequeño, de solo seis años, con el que ella ejerce de madre. Porque de la madre no se sabe nada, ni se la nombra ni se hace ninguna referencia a ella. La familia acaba de mudarse a una nueva ciudad y Lara ha conseguido entrar en una prestigiosa escuela de danza.

Domeñar su cuerpo de varón para adaptarse a las coreografías como mujer es una labor ardua y punzante. Su capacidad de resistencia al dolor y sus esfuerzos ímprobos y tremendamente dolorosos por llegar a ser bailarina son la imagen de su profunda motivación interior, que es someter hasta doblegarlo un cuerpo que ella no acepta ni reconoce como suyo. Antes de enfundarse el ceñido traje de baile, Lara disimula sus genitales con esparadrapos muy apretados, aun sabiendo que son dañinos para su salud. Al acabar cada ensayo, antes de desprender esos apósitos, debe vendar sus pies ulcerados por la presión de las zapatillas y los excesivos ejercicios. Su entrega casi autodestructiva al trabajo es la respuesta a la amarga frustración que le ocasiona su cuerpo. Exponiendo todo lo que implica para Lara una sesión de danza, todas las heridas de la piel, Lukas Dhont muestra el dolor físico de Lara como imagen de un sufrimiento interior mucho más profundo.

Girl no es una película de ballet con un transexual como protagonista, ni tan siquiera es la historia de un transexual que quiere dedicarse al baile. El auténtico tema de la película es la relación de Lara con su cuerpo. Ese es el verdadero drama, que Dhont desvela sin necesidad de palabras, en algunas escenas conmovedoras, con Lara ante el espejo observando su cuerpo. Son imágenes sobrias, pero más dramáticas que su piel lacerada por el esparadrapo y sus pies ensangrentados. Lara es profundamente infeliz.

¿A qué se debe tanta desolación cuándo su realidad es aceptada con naturalidad por todo su entorno? Su padre está junto a ella en todo momento, dispuesto a colaborar en todo el proceso de cambio de sexo; el ambiente con parientes es de total normalidad; un psiquiatra supervisa sus reacciones ante el tratamiento hormonal; la médico que la trata, le infunde optimismo sobre los resultados de la operación; ha conseguido entrar en una escuela de élite, donde sus compañeras la tratan bien -si exceptuamos una pequeña escena, que no llega a ser excesivamente cruel-…

Es fácil de entender si tenemos en cuenta que, en los tres planos en los que es acompañada -psicológico, médico y afectivo-, el centro de interés es su cuerpo, no la persona de Lara. Todos los personajes se mueven exclusivamente en el nivel de las apariencias y las sensaciones inmediatas. Hasta el punto que el psiquiatra le recomienda que no espere a la operación, sino que disfrute ya sexualmente de su cuerpo. Es indudable que el padre la quiere y se esfuerza para que consiga el cuerpo que desea, pero en ningún momento se plantea ayudarla a crecer como persona. Le pide que le explique qué le pasa para poder comprender la situación. Pero entender a alguien no es suficiente, es solo el punto de apoyo necesario para ayudarlo a su desarrollo personal. Todos tratan del físico de Lara, nadie de la persona como tal. En ese plano de realidad, las relaciones personales auténticas no son posibles, de ahí que entre el padre y la hija, el abismo de silencio sea cada vez mayor y la soledad radical de Lara se haga más insondable. Se quieren, es cierto, pero entre ellos no puede haber un auténtico encuentro porque se mueven en un nivel inferior.

La película, muy bien realizada, es sobrecogedora. La cámara se mueve a un ritmo vertiginoso para seguir las vueltas y revueltas de la danza, y se detiene a menudo en el rostro de la adolescente, con su sonrisa dulce y su gesto decidido. Lukas Dhont consigue, así, acercar el personaje al espectador y hacerlo vibrar con el esfuerzo y el sufrimiento de Lara. Arieh Worthalter está magnífico en el papel de un padre dispuesto a cualquier sacrificio por la felicidad de su hija, pero incapaz de ver más allá de la satisfacción de las pulsiones inmediatas. Viktor Polster es una auténtica revelación, él mismo bailarín, con un aspecto bastante andrógino, consigue encarnar perfectamente a la desorientada y sufriente adolescente.

Es una película conmovedora, cuyos 100 densos minutos, coronados por un final escalofriante, dejan al espectador conturbado y pensativo. La historia de Lara sugiere reflexionar sobre la pregunta clave que hubiera debido plantearse el padre, el psiquiatra y la misma Lara: ¿Cómo conseguir reconocerse a sí mismo, aceptarse, valorarse y quererse, y desde esa realidad iniciar un proceso de desarrollo personal bien orientado? La vida solo tiene sentido cuando está bien orientada. Lo demás, por muy traumático que sea, no es lo esencial y, por tanto, sólo puede, a su vez, cobrar sentido si está inserto en un proyecto de vida maduro y fecundo. Cualquier problema humano solo se soluciona por elevación.