Cine y Valores

Ganar al viento

Título original: 
Et les mistrals gagnants
Género: 
Puntuación: 
7

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Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2016
Música: 
Intérpretes: 
Distribuidora: 
Duración: 
79
Valores: 
Crítica: 

Anne-Dauphine Julliand firma este impresionante y precioso documental sobre niños reales, aquejados de patologías graves. Camille, Charles, Ambre, Imad y Tugdual tienen entre seis y nueve años. A pesar de su corta edad, todos padecen una enfermedad grave. Han pasado cumpleaños en el hospital, tienen que sufrir revisiones médicas dolorosas… Sin embargo, son niños optimistas y alegres. Viven al día, con una gran capacidad de disfrutar la vida. Es como si la enfermedad, con todo el dolor y las limitaciones que implica, les hubiera hecho madurar prematuramente, pero sin afectarles a su inocencia infantil ni a su gozo de vivir y reír.

En segundo plano, vemos también a unos padres abnegados y serenos, que constituyen el cálido apoyo de esos pequeños héroes. Rodeados de mucho amor por parte de sus familias y sus cuidadores, esas cinco personitas nos muestran cómo sobrevolar el sufrimiento, elevarse al nivel del juego y las relaciones personales valiosas (¡Qué maravilla, cómo viven la amistad!) y afrontar la enfermedad e, incluso, la muerte, con serenidad y buen humor. Con toda esa terrible carga, son capaces de tener ilusiones, de preocuparse los unos por los otros y de ser felices.

La misma Anne-Dauphine Julliand perdió a dos de sus hijos por enfermedades degenerativas incurables. Para concienciar de esa realidad, escribió dos interesantes libros: Llenaré tus días de vida y Un día especial. En esta ocasión se ha lanzado a la aventura de un documental y el resultado ha sido una buena película, con la que ha conseguido un equilibrio muy difícil de alcanzar: Conmueve al espectador, le esponja el corazón, haciendo visible una realidad estremecedora y desconocida para muchos, pero no cae nunca en el sentimentalismo fácil y lacrimógeno. Como los mismos niños protagonistas del documental, Anne-Dauphine Julliand es sobria mostrando la enfermedad. No oculta nada de la realidad, tanto más dura porque se trata de niños, pero no hay ni un ápice de morbo en toda la cinta. Lo más duro, lo más estremecedor, está presentado con tal delicadeza y ternura, que emociona pero sin dramatismo.

La directora sitúa el punto de mira de la cámara en el nivel de las relaciones humanas valiosas con discretas referencias o alusiones a la trascendencia. No hacen falta palabras para dar a entender que la muerte no tiene la última palabra. Al buen trabajo con la cámara, se une también una agradable banda sonora. Un precioso documental. Una lección de sabiduría, de amor, gozo y coraje.