Durante el cónclave de 2005, Ana, una joven periodista española no creyente conoce al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, el segundo más votado en la elección que llevará al papado a Benedicto XVI. El padre Jorge despierta tanto el interés de Ana que decide escribir sobre él. A través de los ojos de la periodista, la película nos va mostrando la vida de Bergoglio, desde su adolescencia, cuando descubre su vocación, hasta su elección como Pontífice el 13 de marzo de 2013. Las investigaciones de la periodista sobre el pasado de su amigo el arzobispo de Buenos Aires se nos desvelan por medio de flash-backs muy bien ambientados, que nos ofrecen hermosas imágenes de la arquitectura porteña y un acertado cuadro de la sociedad acomodada en la capital argentina de mediados del pasado siglo.
El biopic es correcto en su factura y presenta los rasgos más importantes de la trayectoria vital del personaje: la influencia decisiva de su abuela Rosa, que le hizo conocer al “povereto de Asís” –cuyo nombre, Francisco, sería ostentado por un Pontífice por primera vez en la historia de la Iglesia–, el compromiso con los pobres y los marginados, la toma de postura clara ante la explotación laboral y la corrupción donde quiera que se dé, la austeridad en todos los ámbitos de su vida –expresada en algunos detalles como su afición al transporte público–, su apertura al diálogo interreligioso, su capacidad de acogimiento del pecador, su libertad y su valentía frente a los poderosos y los narcos, etc. Ahora bien, el deseo de incluir todos los elementos de la vida de Jorge Mario Bergoglio tiene como resultado un personaje falto de hondura. En la historia aparece cómo se le ataca, se le amenaza o denigra, en su tierra o en el mismo Vaticano, y su actitud firme y coherente ante todos los embates. Pero la pintura del personaje no supera lo descriptivo y no se profundiza en el conflicto interno que forzosamente tuvo que vivir el hombre, sus reflexiones, miedos e incertidumbres, en circunstancias muy difíciles y de consecuencias imprevisibles, en las que se veía moralmente obligado a tomar postura y que le exigirían una labor de discernimiento muy rigurosa. Grandinetti logra suplir en parte esta carencia, con su capacidad de encarnar bien a Bergoglio, a pesar de su falta de parecido físico, y le brinda esa tímida ternura y ese amor evangélico incondicional que caracterizan al Papa actual.
La trama paralela –la historia de Ana, su embarazo, su hija, su madre– no aporta nada a la biografía de Bergoglio y resulta superflua, porque el hilo conductor de la narración es sencillamente la investigación de la periodista y la amistad que llega a tener con el Papa, que permiten revelar entrañables rasgos “bergoglianos”, como la sorprendente llamada telefónica después de su elección. Aunque también en este caso, una muy buena interpretación de Silvia Abascal nos acerca el personaje y disimula esos desaciertos.
El género del biopic no es nada fácil, ciertamente, y menos todavía cuando el protagonista vive todavía y goza de tan enorme popularidad como el Papa Francisco. Pero Beda Docampo Feijóo lo resuelve con soltura y, en conjunto, nos ofrece una película bien realizada, que no desentona con la auténtica historia de Jorge Mario Bergoglio y es fiel a la realidad humana del Papa Francisco. Otro gran acierto de Francisco, el padre Jorge es que no es “adoctrinadora” y, por tanto, puede ser disfrutada indistintamente por creyentes y no creyentes. Es una muy buena opción.
Francisco. El padre Jorge
Título original:
Francisco. El padre Jorge
Género:
Puntuación:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2015
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
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Distribuidora:
Duración:
105
Contenido formativo:
Crítica: