Pittsburg, a finales de los años 50. Troy Maxon, de 53 años, es un antiguo jugador de béisbol afroamericano. De joven aspiraba a ser deportista profesional, pero jamás pudo conseguirlo porque en aquel momento jugar en ligas superiores sólo era accesible a los blancos. Ahora se gana la vida como empleado municipal de recogida de basuras y proyecta su frustración sobre su familia. La primera víctima de su rigorismo es Lions, su hijo mayor, fruto de una relación anterior, que lucha por hacerse un lugar como músico. Pero su autoritarismo se ceba sobre todo en su hijo Cory, que tiene deseos, capacidad y posibilidades de abrirse camino en el béisbol. Pero Troy no admite que las cosas han cambiado y piensa que un muchacho negro no tiene nada que hacer en ese ámbito. La otra víctima es Rose, su esposa, abnegada y cariñosa, a la que Troy también ama a su modo.
El título original, Fences, ‘cercas’, hace referencia al contenido profundo de la película. La cerca que nunca acaba de ser terminada es una metáfora del interior de Troy. Para proteger a los de dentro de todas las agresiones, especialmente de la muerte, para impedir que entre ni salga nadie, para velar los complejos y olvidar las desilusiones, para parar el tiempo porque tiene miedo de que también el cambio de época le hiera en lo más profundo. Pero las cercas no sólo resguardan, sino que también separan, asfixian, impiden la comunicación.
La película es una adaptación a la pantalla de la obra homónima del propio guionista, August Wilson, que obtuvo el premio Pulitzer y el premio Tony a la mejor obra teatral. El director no oculta nada de esos orígenes teatrales y, de hecho, las imágenes no aportan nada nuevo a la obra. La narración se desarrolla a base de largas escenas con extensos y ricos diálogos, en las que destacan ante todo las cualidades de los actores, que son efectivamente el mayor valor de la película. Como en una obra de teatro, textos y personajes son lo mejor de la película. Las reglas del béisbol funcionan como inteligentes metáforas de la vida, aunque puedan resultar algo difíciles de captar del todo para quien desconozca el juego
Viola Davis, una de las mejores actrices del momento, está espléndida encarnando con vigor y finura un papel escrito para llenar un escenario con su sola presencia. Rose es el alma de la casa, la seguridad, el refugio, el sentido de la ética por encima de todo. Es la mujer fuerte que ama a su marido porque sabe ver lo bueno que hay en él a pesar de esa corteza dura y egoísta. Es también “la madre”, incluso con los hijos que no son de su sangre, porque en ella reside lo naturalmente bueno de un ser humano.
También Denzel Washington, quien además de ser protagonista mueve la cámara está magnífico como el padre de familia frustrado, que no es capaz de comprender las necesidades afectivas de los demás y que, aun queriéndolos con toda el alma, no puede evitar infligirles mucho daño y causarles mucho sufrimiento. El resto de los actores están muy bien. Jovan Adepo como Cory, Russell Homsby como Lions, Stephen Henderson en el papel del amigo incondicional de Troy, y Mykelti Williamson como el tío Gabriel, hermano de Troy, totalmente demenciado como consecuencia de una herida de guerra. Todos los secundarios cumplen correctamente y respaldan a la perfección a los dos protagonistas.
La película encierra una verdadera lección de lo que supone la auténtica amistad, el amigo que busca siempre el bien del otro y que intentar siempre alejarlo de errores y males. Pero sobre todo nos alecciona sobre la necesidad de no parapetarnos tras cercas que nos aíslen, porque sólo se encuentra el equilibrio personal en la apertura a los demás, en la actitud generosa. Nos habla de fidelidad, de respeto a los padres, de dar la debida libertad a los hijos y no cortarles las alas sino enseñarles a volar. Sobre todo, nos habla de la bondad, del compromiso de amor con los demás.