Hace siete meses que el matrimonio de Alma y Aslan se rompió definitivamente. Ahora ella ha empezado una nueva vida junto a otro hombre. Aslan cita a Alma en República Dominicana, para pasar 24 horas juntos, justamente en el restaurante que ella hubiera deseado regentar cuando vivieron allí y que ahora Aslan ha comprado. Si accede, le entregará las llaves de la casa de Berlín que compartieron durante veinte años y que ella le reclama. Aslan pretende explicarle que se arrepiente de cuanto hizo mal en su matrimonio. Su último objetivo es «cambiar» el pasado para que el final de su historia en común sea distinto.
¿Hay auténtico arrepentimiento en Aslan? Así parece cuando dice: «Quería que pensaras que tu vida había valido la pena». ¿O tal vez a Aslan lo mueve el egoísmo de impedirle a Alma la posibilidad de que otro hombre la ame de verdad como él no la amó durante esos veinte años?
La relación de Aslan y Alma no fue una historia de amor, sino una historia de manipulación de un ser humano por parte de quien sabe ejercer una suerte de magnetismo personal. Alma permaneció sometida a él, irremediablemente subyugada, aun sabiendo que la estaba destruyendo, que le impedía su desarrollo personal porque la trataba como un objeto de su posesión. Como un alarde más de su poder absoluto sobre ella, le era infiel y no trataba de ocultárselo. Ahora Alma ha conseguido, si no liberarse, sí por lo menos alejarse de ese hombre que la devoraba, pero ante el cual no podía por menos que acabo rindiéndose sin condiciones. Aslan no está dispuesto a permitir que su «presa» se le escape, que recobre su libertad, ni aun después de la muerte. Y traza todo un plan de manipulación final, bien envuelto en falsa ternura y fingida generosidad.
Emma Suárez está soberbia en su papel de mujer que pretende despertar de su pesadilla de anulación personal, en unos inteligentes diálogos con el turco-alemán Birol Ünel, que está, a su vez, espléndido en su personaje de experto manipulador. Ana Rodríguez Rosell nos ofrece una película sencilla en su factura, pero muy profunda y cargada de simbolismo. Al final deja con un tema muy serio y muy de actualidad para reflexionar: Es absurdo pretender cambiar el pasado, porque lo que fue ya nos es inaccesible, y no tiene sentido fingir un presente basado en una mentira histórica. El arrepentimiento y el perdón sólo tienen sentido cuando se asumen los errores, las acciones punibles cometidas y los daños causados, y nos responsabilizamos de sus consecuencias, dispuestos a vivir en adelante enraizados en la verdad y la honestidad.