SUSPENDIDOS SOBRE LA NADA
En el México de los años 80 tuvo lugar una “movida”, a semejanza de lo que sucedía en otras capitales europeas. El ejemplo era la movida contracultural de Berlín, que dio lugar a la cultura punk, a la pasión por la música electrónica y también a una auténtica fiebre de creatividad artística (en unos caos realmente “artística”, pero las más de las veces, tenían poco de creatividad y nada de arte). Son también los años del sida, que causa estragos. A este deseo de emular a la capital alemana responde el título de la película “Esto no es Berlín”, como una reivindicación de lo genuinamente mexicano.
En el film, Carlos, un adolescente de 17 años, está buscando su lugar en la vida, como es normal a su edad. Participa en peleas de pandillas entre colegios, siempre con Gera, su mejor amigo, y está enamorado de Rita, la hermana de Gera, algo mayor que ellos. Siguiéndola a ella, para poder estar cerca y que le haga caso, se sumerge en la estrafalaria vida nocturna de un club de la movida, un auténtico antro de vacío existencial y de nihilismo ácido, que se traduce en promiscuidad sexual de todo tipo y consumo desenfrenado de alcohol y drogas. Las performances presuntamente artísticas se limitan a figuras y expresiones transgresoras, a adefesios con ínfulas de ser mejores que sus padres burgueses, a los que desprecian. En suma, una forma de protesta rompedora anticultural, o no se sabe muy bien qué.
La película es muy dura de principio a fin, y no deja ningún resquicio para la esperanza. Carlos era un buen chico, tenía sentido de la familia, especialmente con su tío al que adoraba, le gustaba todo lo referente a la ingeniería y podía haber tenido un futuro profesional prometedor, vivía una amistad limpia y sólida con su amigo Gera y sentía la emoción del primer amor con Rita. Pero el sendero del vértigo difícilmente tiene marcha atrás.
Hari Sama, director y coguionista hace un buen trabajo y los dos intérpretes principales, Xabiani Ponce de León, José Antonio Toledano están convincentes en sus personajes. Pero tanto nihilismo, tanto vacío existencial y tanto estar suspendido sobre la nada resulta agotador para el espectador, que llega a quedarse sin oxígeno.