EL ÁNGEL EXTERMINADOR
En la ciudad de Chicago se están multiplicando los robos con violencia en las casas. La policía está desbordada y parece que no es capaz de hacer frente a un problema de tal magnitud. Las emisoras de radio dan todos los días las noticias de nuevos delitos y los ciudadanos que entran en antena presentan sus quejas y expresan sus temores de vivir así en su ciudad. Paul Kersey, un cirujano de prestigio de la ciudad, que vive felizmente con su familia, su esposa Lucy y su hija Jordan, está a punto de celebrar su cena de cumpleaños cuando lo llaman del hospital y debe dirigirse inmediatamente a los quirófanos para atender unas urgencias. Poco tiempo después, llegan al hospital malheridas su mujer y su hija, que han sido atacadas en su propia casa. Lucy fallece y Jordan queda en coma. Paul se hunde en un pozo de tristeza, pero, a medida que pasa el tiempo y comprueba cómo la policía no avanza en la investigación y la impunidad campa a sus anchas por Chicago, la indignación y la rabia le van devolviendo los ánimos, aunque no para recuperar la vida ordenada que llevaba. El detonante último es un niño con una herida de bala en la pierna, víctima de unos traficantes del barrio. Por la noche, el médico serio y responsable, cambia su personalidad y oculto bajo una capucha, sale a patrullar las calles y a enfrentarse con todo tipo de malhechores. A medida que las noticias van haciéndose eco de los sucesos, la ciudad se pregunta quién es el «ángel exterminador» que los protege de los criminales.
La película es un remake de la que dirigió Michael Winner en 1974, protagonizada por Charles Bronson. El título original es el mismo, Death Wish, pero en España aquella se llamó El justiciero de la ciudad. Joe Carnahan se inspira directamente en el guión de Wendell Mayes, basado en la novela de Brian Garfield. No es exactamente un calco, pero en general Eli Roth no aporta nada nuevo realmente importante.
Seguramente en Estados Unidos la película puede resultar polémica en estos momentos, por el respaldo que supone al libre uso de armas y a la propuesta de que cada cual se tome la justicia por su mano. Pero aparte de esa posible polémica, se trata de un thriller potente, con algunos momentos especialmente duros, en los que resulta difícil mirar a la pantalla. Tiene un buen ritmo y el trabajo actoral es muy bueno, con Bruce Willis en estado de gracia, unas magníficas Elisabeth Shue y Camila Morrone, como Lucy y Jordan respectivamente, y muy correctos también Vincent D'Onofrio como Frank, el hermano de Paul, y el resto del elenco.
Es puro entretenimiento, que se olvida al salir, pero que permite pasar un buen rato a los amantes del género.