LA GRAN EVASIÓN DE CELULOIDE
Austria, 1942. En el campo de concentración de Mauthausen, hay un buen número de españoles, que han sido hechos prisioneros por los nazis. Uno de ellos, Francesc Boix consigue hacerse un lugar entre los presos que trabajan en el «Servicio de identificación». Allí comprueba cómo su jefe inmediato, el Oberscharführer Paul Ricken, un miembro de las SS neurótico e inquietante, se dedica, de manera enfermiza, a experimentar con la imagen humana. Pero la verdadera misión del departamento es documentar con fotografías todo cuanto sucede en el campo. En una de sus actuaciones en el subcampo de Gusen, Boix descubre horrorizado las atrocidades que están teniendo lugar allí -asesinatos disfrazados de suicidios o intentos de fuga, un furgón convertido en cámara de gas…-, que se suman a todo lo que ya ve a su alrededor en Mauthausen. A partir de ese momento, su gran obsesión será dar a conocer al mundo el terrible sufrimiento que esconde el campamento, la indescriptible crueldad de los nazis y su terrorífica maldad.
La noticia de la derrota alemana en Stalingrado es recibida con alborozo por los prisioneros. Ellos no sabían que la guerra todavía tardaría unos años en terminar, pero perder esa batalla significaba un tan grave quebranto para los alemanes que no era difícil deducir que iba a suponer el principio del fin del nazismo en Europa. Entonces, Francesc Boix empezó a sacar copias de todas las fotografías que se hacían en el Departamento y, con riesgo de su propia vida, él y un grupo de compañeros que habían constituido una organización clandestina para ayudar en lo posible a los presos más débiles, se dedicaron a esconder dichas copias con el fin de poder sacarlas a luz en cuanto acabara la guerra.
Cuando los jefes del campamento comprendieron que la guerra estaba perdida y el fin estaba cercano, dieron la orden de destruir todas las fotografías almacenadas en el departamento para que no quedara constancia de lo que allí había sucedido. Pero Boix y otras personas comprometidas y valientes se arriesgaron a esconder los negativos.
El ejército norteamericano entró en Mauthausen en mayo de 1945. Entre noviembre de ese mismo año y octubre del siguiente, tuvo lugar el proceso de Nuremberg. Las fotos conservadas fueron la prueba irrefutable que Boix pudo aducir sobre la presencia de los jerarcas Albert Speer y Ernst Kaltenbrunner en Mauthausen y desmontar así su alegato de que no tenían noticia de los campos de exterminio.
Es un capítulo de la historia muy interesante, pero hasta ahora no demasiado conocido, y Targarona ha sabido darle vigor e imprimirle suspense y tensión. A pesar de haber contado con muy poco presupuesto, la película está muy bien realizada y bien ambientada. Todo está muy cuidado, hasta los más mínimos detalles -los trajes de los presos, las dependencias del campamento, el interior de los barracones…- y, aunque la mayor parte del film está rodado en plató y algunos exteriores en Hungría, el espectador se siente en todo momento en Austria.
Mario Casas está magnífico en su papel de Boix (como curiosidad, hay que decir que se sometió a una severa dieta para perder 12 kilos y presentar, así, el rostro famélico de un prisionero), muy bien secundado por un buen elenco de actores entre los que hay que destacar a Macarena Gómez, con un papel muy breve pero que afronta con extraordinaria maestría.
Un interesante documento sobre el holocausto y un héroe español, por el que hay que felicitar a Mar Targarona y a todo su equipo.