Valeria (Charlotte Vega) es una joven que acaba de trasladarse a Madrid con Mara (Aitana Sánchez-Gijón), su madre, tras la separación del matrimonio. Está muy disgustada, porque el viaje le ha supuesto separarse de sus amigos y cambiar de instituto a mitad de curso. En el nuevo centro, el primer día sufre una agresión, por lo cual la incluyen en el grupo que atiende un orientador en horario extraescolar. Allí acaba trabando amistad con el resto de chicos problemáticos, y los seis forman “El club de los incomprendidos”.
Es la típica historia de adolescentes, con sus relaciones de amistad y primeros enamoramientos, comprensión y deslealtad, veracidad y engaños, confianza y secretos. Aparecen, apenas insinuadas, atracciones, o por lo menos dudas, entre personas del mismo sexo, atracción sexual, algo de intento de abuso de menores… Todo muy medido para conseguir un producto lo bastante inocuo como para atraer a un numeroso público adolescente.
Los personajes no tienen realmente profundidad y toda la evolución acontece en el nivel del argumento, no hay una maduración humana. Tal vez por esa buscada moderación en el planteamiento de las situaciones y de los personajes, la película acaba resultando bastante ambigua. Por una parte, las relaciones sexuales entre adolescentes se dan como normales e incluso se consideran el final más feliz posible entre chavales enamorados. Pero por otra, hay una cierta exaltación de los valores familiares, de la amistad sincera y de la solidaridad para asumir como propios los problemas de los amigos.
La fotografía de Madrid es realmente hermosa y, en general, la película está bien realizada y los actores se resuelven bien. Dado el éxito de la novela, es de suponer que “El club de los incomprendidos” contará con el beneplácito del mismo público. Evidentemente es un producto exclusivamente para adolescentes que se conformen con ver en pantalla sus problemas e inquietudes, aunque tratados con no poca frivolidad.