Cine y Valores

Día de lluvia en Nueva York

Título original: 
A Rainy Day in New York
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
92
Contenido formativo: 
Crítica: 

EL DESENCANTO DE LA BURGUESÍA

[Crítica cedida por Pantalla90] Dos estudiantes universitarios, Gatsby y Ashleigh, planean pasar un fin de semana en Manhattan, aprovechando que Ashleigh va a ser recibida por un prestigioso director de cine que ha accedido a dejarse entrevistar por ella para el periódico de la universidad. Pero las cosas se complican y ambos acaban pasando el día por separado y viviendo cada uno extrañas situaciones difíciles de explicar.

El cine genuino de Woody Allen brota de la raíz nutricia de la ciudad de Nueva York. Aunque haya paseado su cámara por otras grades urbes del mundo, la Gran Manzana sigue siendo su lugar por antonomasia. En ese sentido, Un día de lluvia en Nueva York es algo así como volver a las delicias del primer amor, con el poso resabiado de una larga carrera sentimental. El cineasta sabe hacer de Nueva York la ciudad universal por excelencia, es patrimonio de todos, el referente de cualquier persona. Nos la acerca como si fuera algo nuestro, y nos hace recorrer las grandes avenidas hirvientes de actividad, con el colorido de sus tiendas, Central Park, los sonidos de la ciudad, sus habitantes, la lluvia gris y los paraguas, todo envuelto en esa sugerente sensualidad que sabe reflejar la fotografía de Vittorio Storaro.

El gran tema que late en el fondo de la trama argumental de la película es la afectividad, el deseo de todo hombre, ya sea rico, pobre, viejo, joven, famoso o desconocido, de sentirse apreciado y amado, de dar un sentido a su existencia a los ojos de los demás, ser reconocido por los seres que él ama o que, por lo menos, le importan.

Los personajes que pululan por la historia fingen, mienten y se camuflan tras falsas apariencias. Allen lanza una mirada cínica y burlona sobre esa clase burguesa neoyorkina de fulgores, lujos y dinero, a la que él mismo pertenece. El mismo Woody Allen es un miembro de esa burguesía adinerada. De hecho, Gatsby, el protagonista, estudiante de letras y con una cultura general amplísima, especialmente en los ámbitos de la música, la literatura y el cine, es una réplica del mismo director. Su vida sin inquietudes de dinero es sorprendente y divertida pero también desoladora. Crítica y autocrítica.

Allen, que es un gran director de actores, quiere a sus personajes y sabe transmitir su amor a los actores que los encarnan. Timothée Chalamet como Gatsby, Elle Fanning, Ashleigh, y Selena Gomez, Chan, interpretan a los tres jóvenes de la historia con tanta gracia y desenvoltura, como delicadeza y moderación. Junto a ellos, actores más conocidos, como Jude Law, como el guionista Ted Davidoff, Liev Schreiber, en el rol del director Roland Pollard, y Diego Luna, el actor Francisco Vega. Director, guionista y actor, el mundo del cine. Woody Allen muestra la doble cara, la exterior, de brillos y fama, la real, mediocridad y soledad. La haz de la película, una comedia romántica; el envés, una mirada cínica sobre la burguesía neoyorkina y la “burguesía” del cine. El resultado, fantástico.

El cineasta simplifica cada vez más la puesta en escena en sus películas, prefiere la cámara fija al travelling, y se concentra especialmente en el guion, que está cuidado hasta el último detalle. Tal vez sea que, en realidad, Allen sea antes escritor que cineasta. Antes en el tiempo y antes en la mente, aunque no en el corazón. Porque Allen ama el cine. El caso es que los diálogos son auténticas joyas, por su belleza literaria; porque sus frecuentes alusiones a pensamientos de grandes autores, como Shakespeare, sirven para mostrar al personaje con el alma al desnudo; por las réplicas, agudas y divertidas al más puro estilo del director neyorkino. Y no podía faltar el jazz, como un susurro de la misma ciudad amada, su sonido inherente y peculiar. Como es típico en los films de Woody Allen, la banda sonora es una auténtica maravilla.

Una comedia agridulce, profundamente neoyorquina; mitad homenaje mitad crítica al mundo del cine; un retrato divertido y amargo de cierta burguesía americana; una foto instantánea del hombre de hoy, que, aunque sea tímidamente, deja entrever la inquietud del hombre que busca a tientas un poco de aprobación y de autoestima.

Una de las mejores películas de Woody Allen, de los últimos años.