¿EL HOMBRE LOBO PARA EL HOMBRE?

Un terrible terremoto sacude la ciudad de Seúl. El suelo retumba y se abre por todas partes derribando y engullendo edificios como si fueran castillos de naipes. Inexplicablemente, una torre de apartamentos, el número 103, permanece en pie. Queda como un macabro monolito erguido en medio de la ruina general.

Los supervivientes de la ciudad que empiezan a surgir de los escombros se ven envueltos en la desolación más absoluta. El frío es atroz y no hay donde cobijarse, como tampoco tienen a su alcance ni comida ni medios para asearse. Todos se dirigen hacia el único edificio que sigue en pie para buscar en el cobijo y remedio. Pero no son bien recibidos.

Los residentes de los apartamentos del 103 sienten amenazada su propia supervivencia con la llegada de tantos conciudadanos necesitados, de modo que deciden organizarse para protegerse: eligen un líder, crean una infraestructura política, elaboran un reglamento y hasta forman un pequeño ejército. Es como el nacimiento de una nación, pero no como el solar de un pueblo y una cultura que hacen su historia, con sus propias peculiaridades que los distinguen de sus vecinos, sin que eso lleve consigo enfrentamientos, sino, por el contrario, ocasión de enriquecimiento en el encuentro entre distintos. No sucede así en la asolada ciudad de Seúl.

Las rejas y los muros de egoísmo que levantan los habitantes de los apartamentos del 103 son para aislarse, protegerse y no compartir ni lo más elemental para la vida de las personas. Para conservar su modo de vida, entregan a la muerte a los que no tienen nada. Toda una metáfora del primer mundo, que acumula para sí y cierra herméticamente puertas y fronteras.

Como una voz de alarma y una lección de vida, Eom Tae-hwa muestra cómo, bajo el señuelo de los «derechos de los ciudadanos», «votaciones democráticas», «libertad», «fraternidad» y otras mil palabras altisonantes, aunque vacías de significado, se esconde un manipulador falsario que actúa como un auténtico dictador. Democracia en la forma, dictadura en el fondo. La vida misma.

Con toda prudencia para no destripar la película desvelando el final, hay que destacar que el espectador sale de la sala orgulloso de pertenecer a la raza humana, que, aun en las circunstancias más extremas, es capaz de redimirse, perdonar, amar, compadecerse, compartir y dar la vida por el otro.

Tercer largometraje como director y guionista (en este caso, en colaboración con Lee Shin-ji) de Eom Tae-hwa, que Corea del Sur ha elegido para representar su cine en los premios Oscar 2024. Muy buena en su factura y con un elenco que hace un excelente trabajo, Concrete Utopia ofrecerá una imagen muy digna de la industria cinematográfica de su país.

Una película muy recomendable y, como siempre, para verla en pantalla grande, en una sala de cine.