RETRATO DE LA SOLEDAD
Claire Millaud, brillante profesora de literatura comparada en la universidad, divorciada y hace poco abandonada por Luso, su joven amante, desengañada y resentida, está a punto de rebasar la frontera de los cincuenta años y entrar en la etapa de irremisible decadencia, en una sociedad como la nuestra, que rinde culto a la juventud. Como muestra irrefutable de esa realidad, su marido la dejó por una muchacha que podría ser su hija. La humillación es más fuerte que su sensatez y su prudencia, y, para resarcirse de la afrenta, se crea un nuevo perfil en Facebook y “Claire” se convierte en “Clara”. Sin prever las posibles consecuencias de su peligroso juego, suplanta la personalidad imaginaria de una mujer joven y hermosa. Gracias a esa ficción virtual, pronto despierta el interés de Alex, un fotógrafo de 24 años, exactamente la misma edad que Clara, y que, ¡oh, casualidad!, resulta ser un gran amigo de Ludo. Con sus alentadores mensajes, Claire/Clara se siente estimulada y comienza a disfrutar, con más intensidad que nunca, de las delicias del enamoramiento. Hasta que su amante virtual insiste en conocerla personalmente, y, al aterrizar en la realidad, los juegos de un amor fantasmagórico cambian la diversión por la crueldad y provocan inesperadas reacciones.
Safy Nebbou adapta la novela homónima de Camille Laurens. La autora, en su libro, parte de la idea de que al entrar en la cincuentena, una mujer ya no tiene nada que hacer. Si su marido la abandona por otra mucho más joven, a nadie llama la atención, pero, si se da la situación contraria, provoca estupor y escándalo. Aunque Nebbou sigue con fidelidad la obra de Laurens, su película es más inquietante, casi cercana al estilo de Hitchcock en la primera parte, si bien después resulta más sutil y más centrada en el detalle psicológico. Nos muestra el drama del desamparo de quien no es capaz de sobrevolar su propio sufrimiento y establecer relaciones generosas (¡ni con los propios hijos!). La ruptura de todos los lazos con el entorno engendra la aterradora soledad de sentirse encapsulado en sí mismo, sin raíces y sin salida.
El retrato de Claire, esa mujer descentrada psicológicamente, se convierte, además, en el espejo de nuestra sociedad actual, dividida –más bien rota habría que decir– entre la paradoja de una constante exigencia de transparencia (en los otros, claro) y una manipulación, o hasta desprecio, de la verdad cuando se trata de las propias actitudes frente a los demás. Nebbou muestra también cómo las redes, aparentemente un foro de libertad, son, en realidad, un magnífico instrumento al servicio del poder y la manipulación. Asimismo le plantea al espectador qué triste lugar concede nuestro mundo a las mujeres maduras, y no solo a las mujeres, sino en general, cómo ignora y aísla a quien ya no es joven, hermoso y productivo.
A medio camino entre thriller y crónica social, la trama se desarrolla en una tenue frontera entre realidad y ficción, entre fantasía y pasión. De fondo, en forma de flashback, las confesiones de una mujer angustiada, asomada a su vacío interior, que busca la verdad ante una psiquiatra desbordada –como lo está el mismo espectador– por una historia que inquieta y atrapa.
El guion es muy sólido y la película está muy bien realizada, pero más allá de esos méritos incuestionables, ostenta el valor de una actuación actoral extraordinaria. Nicole García está magnífica como la interesante Dra. Catherine Bormans (a quien dan ganas de pedir consulta). Sin apenas necesidad de palabras, trasluce perfectamente su asombro y sus emociones. Pero, sin duda, la joya del film es Juliette Binoche, espléndida dando vida a un personaje complejo, que no siempre presenta un aspecto grato, pero que la actriz consigue dotar de distintas emociones y permite que el espectador pueda asomarse hasta lo más profundo de su alma. Hay que reconocer, además, que Juliette Binoche, con su cincuentena cumplida, resulta más hermosa, conmovedora y atractiva que su avatar en Facebook. Y quizá esta sea la gran lección de Clara y Claire: nuestra sociedad ultraconectada, de tanto soñar con cambiar la realidad por los sueños, se está deshumanizando hasta el punto de no saber valorar ni disfrutar lo que tiene al alcance de la mano. Todo un amargo retrato de la soledad.