PARA MIRAR HACIA DENTRO EN EL RECUERDO
Julio Arenas, un celebre actor, desaparece durante el rodaje de una película. Nunca más se tiene noticia de él ni aparece su cuerpo. Por la localización del coche y de sus zapatos junto a un acantilado, la policía concluye que debe de tratarse de un accidente en el mar. Más de veinte años después, un programa de televisión, Casos sin resolver, vuelve sobre el tema y convoca a Miguel Garay, el que fuera mejor amigo de Julio y director de la película fallida, para ser entrevistado. Y el misterio de la desaparición del actor sin dejar ningún rastro vuelve a cobrar actualidad. Bajo este hilo argumental de un thriller bien trabado, se despliega toda una trama de gran riqueza simbólica, de una belleza envolvente, aunque no fácil de interpretar.
¿De dónde procede el título «Cerrar los ojos»? Tal vez, cerrar los ojos para aislarse del bullicio y poder mirar hacia dentro, hacia un cine, una figura de hombre, una época, ya agónicos.
Al final de la película se cierran los ojos a un muerto, lo cual enlazaría con la primera escena, cuando Ferrán Soler (Mr. Levy) dice, refiriéndose a su hija desaparecida, que daría cuanto tiene porque, antes de morir (de cerrar los ojos, por tanto), ella lo mirara por última vez. No dice que él pudiera verla, sino que su hija lo mirara. ¿Se refiere a mirar por última vez el cine genuino, el que murió con la última película de Dreyer y que espera que alguien lo mire con amor antes de cerrar los ojos en el adiós definitivo?
¿Y si Víctor Erice hubiera decidido que esta fuera su última película? Su primer largometraje, El espíritu de la colmena, termina con una frase de la pequeña Ana, sola en su ventana abierta, mirando hacia el exterior, a la hora del crepúsculo: «Si eres su amiga, puedes hablar con él cuando quieras. Cierras los ojos y le llamas ¡Soy Ana...!». ¿Acaso es un guiño para enlazar su primera película con ésta para cerrar el círculo de su producción cinematográfica?
Otra maravilla por descubrir es la estructura de la película, con un doble hilo narrativo. Cuando empieza, todavía sin que sepamos que es cine dentro del cine, asistimos a la primera secuencia de la película que estaba protagonizando Julio Arenas, La mirada del adiós. La última escena es, a su vez, la última secuencia de La mirada del adiós. Encerrada en ese marco de recuerdos, entre primera y última escena de la vieja película inacabada, se desarrolla el film actual Cerrar los ojos, protagonizada por un Miguel Garay envejecido, con el corazón lleno de nostalgia, la memoria de recuerdos y los ojos de melancolía. La mirada del adiós antes de cerrar los ojos definitivamente.
Pero todavía hay más en esa estructura llena de significado: el relato se divide en dos partes importantes. En la primera se entrelazan los recuerdos y la actualidad. Miguel, el amigo fiel, el cineasta que ha dejado su retiro para regresar sobre su pasado, se plantea una serie de reflexiones sobre la vida y el ser humano. En la parte siguiente, el pasado se resiste a morir sin dejar rastro y vuelve a subir a la superficie, aunque de forma efímera, para su propio canto del cisne, que culmina en una sala de cine abandonada y polvorienta, pero que conserva su dignidad.
Es fácil identificar, simbólicamente, a Julio Arenas con el cine, el cine de verdad, con las latas llenas de rollos de celuloide conservadas celosamente como reliquias. Arenas se quita los zapatos: hay que descalzarse para pisar tierra sagrada.
También el personaje de Miguel Garay nos remite al mismo Víctor Erice, un hombre fiel, generoso, enamorado del cine y herido por la amargura de ver una época en la que los antiguos y genuinos valores están periclitando, una época en la que alma puede resultar un concepto rancio, sin pensar que el hombre que no tiene alma, es un desalmado.
«Triste le Roi» se llama la mansión de Mr. Levy, y aparece el rey Juan Carlos en una imagen de archivo, pidiendo perdón al pueblo, ‘El rey triste’. Son delicadas las referencias trascendentes y religiosas. Un asilo llevado por monjas entregadas y abnegadas, en el que Gardel sigue a la monja como si fuera una madre. Cruces y signos religiosos que caracterizan el sentido del amor al hombre y un canto religioso de una pequeña comunidad que ora para amar mejor.
Se agradece también el recital de interpretación de todo el reparto, sin excepción ninguna. La última película de Víctor Erice (esperemos que última solo hasta ahora) es una obra maestra que pide como toda obra de arte, la participación del contemplador para profundizar hasta lo más arcano del tesoro que esconde.
Una joya del cine, totalmente imprescindible para cinéfilos.