Cine y Valores

Buñuel en el laberinto de las tortugas

Título original: 
Buñuel en el laberinto de las tortugas
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Fotografía: 
Intérpretes: 
Distribuidora: 
Duración: 
80
Contenido formativo: 
Crítica: 

NO APTO PARA ANIMALISTAS

París, 1930. La película La edad de Oro se estrena en París y, en lugar del éxito esperado, constituye un escándalo y es prohibida. Con el sabor del fracaso, Luis Buñuel ve como se le cierran todas las puertas. Acepta la sugerencia de hacer un documental sobre Las Hurdes, una de las zonas más pobres de España. Pero, la idea queda relegada porque no tiene dinero para plantear el rodaje. Su amigo, el pintor y escultor Ramón Acín, reconocido anarquista, compra un décimo de la lotería y le promete que si toca, le pagará la película. Ese año el premio gordo cayó en Huesca y Acín cumplió su promesa de financiar el documental sobre las Hurdes. Con dos colaboradores, el equipo de rodaje y un coche de alquiler, Buñuel y Acín viajan al corazón de esa región deprimida para empezar a rodar.

Salvador Simó adapta la novela gráfica de Fermín Solís, publicada en 2008 y que era básicamente «una recreación ficcionada del rodaje de Luis Buñuel durante 1932 de Las Hurdes, tierra sin pan». El mayor acierto de Simó ha sido la introducción de escenas de la película original, mientras Buñuel y su equipo la están rodando. El contraste de las imágenes de gran dureza, en blanco y negro, con los trazos ingenuos y coloridos de la animación le da a la película expresividad y energía. La calidad técnica es francamente buena, muy lograda la música de Cardelús y resulta muy ponderado el acercamiento a un genio como Buñuel. El film destila admiración y respeto por el personaje, pero no es un panegírico, y no oculta algunas de sus debilidades -sus pesadillas y sus traumas de infancia, los celos hacia Salvador Dalí y la animadversión hacia su esposa Gala-, contradicciones -se confiesa ateo y, sin embargo, habla del cielo sin vacilación-, sus rarezas -disfrazarse de monja- y decisiones cuando menos discutibles, por no decir abiertamente salvajes, como impregnar a un burro de miel con el fin de atraer a las abejas y que le piquen hasta matarlo, para filmarlo con total realismo, o matar de un disparo a una cabra montés para filmar cómo se despeña.

La película, con momentos dramáticos, como la niña enferma o el entierro del niño en su ataúd blanco, pero también con algunos rasgos de humor, se ve con gusto, tanto por la calidad de los dibujos de la parte moderna como por el interés de los fragmentos antiguos. Sin embargo, hay algún punto que se excede un poco en corrección política. Porque no fue la Guerra civil lo que impidió el estreno de la película. La película se rodó en 1932 y fue el Gobierno de la Segunda República quien la prohibió inmediatamente después de su estreno en Madrid.

Pero un detalle tan nimio no puede empañar una obra como Buñuel en el laberinto de las tortugas. Cine dentro del cine, al servicio de la figura de un grande del cine.