«HASTA DONDE PUEDO RECORDAR, SIEMPRE HE QUERIDO SER UN GÁNSTER»
«As far back as I can remember I always wanted to be a gangster» dice la voz en off de Henry Hill, al principio del mítico film de Martin Scorsese Uno de los nuestros. «Desde que tengo memoria, siempre quise hacer una película de atracos» dice la voz en off de Elías León Seminiani, al comienzo de Apuntes para una película de atracos. Con lo cual, ya de entrada, el espectador queda situado: todo brota de ahí, del viejo deseo de Elías de crear una obra siguiendo las huellas de los maestros del cine. Seminiani no quería ser gánster, sino llevar al cine a alguno de ellos. No le inspira Henry Hill, sino Scorsese. El espectador no quedará defraudado.
En el verano de 2013, la prensa llevó la noticia de la detención del apodado «Robin Hood de Vallecas», el jefe de «La banda de las alcantarillas». Tal vez había llegado la ocasión de que el antiguo proyecto del joven director pudiera realizarse. Merecía la pena intentarlo. Y así fue el inicio de la gestación de esos apuntes que culminarían en un documental de calidad.
Elías escribe entonces una carta al atracador, a la cárcel donde cumple condena, aunque sin muchas esperanzas de que el delincuente le conteste. Su sorpresa es mayúscula cuando tres semanas más tarde recibe la respuesta de Robin Hood, que acepta que el director vaya a visitarlo a la prisión. Desde esa primera entrevista, Elías está convencido de que ha encontrado el material adecuado para la historia que venía intuyendo y soñando desde tanto tiempo atrás.
Con todo lujo de detalles, Robin Hood -que en adelante se hará llamar Flako- explica cómo se prepararon y se perpetraron un buen número de atracos en distintas sucursales bancarias. Cuando la banda fue detenida, estaba acusada de siete robos con violencia e intimidación. Flako había aprendido de su padre, también atracador, a conocer al detalle el subsuelo de Madrid. Cuando tenían cada operación preparada, se movían por las alcantarillas hasta acceder a la entidad bancaria por el método del butrón. Todo esto sucedió entre los años 2010 y 2013, durante el tiempo de la última gran crisis financiera.
Entre el cineasta y el Flako nace una curiosa relación, que va más allá del mero interés por cumplir el objetivo de hacer un documental. Son cinco años de encuentros e intercambios hasta que toda la información, los apuntes, cristalice por fin en una película de atracos.
Uno de los grandes aciertos de Siminiani es que, en la película, entrelaza las dos vertientes de sus diálogos y contactos con el delincuente -hoy ya en libertad, tras haber cumplido su condena-: la relación humana entre ambos, que incluye también a sus esposas y a sus hijos, de edades parecidas, y la narración de los detalles de la vida del Flako, cómo llegó a ser el jefe de una importante banda de ladrones que tuvo en jaque a la policía durante tres años.
El guion, además de muy ágil, es tremendamente equilibrado, en el sentido de que no mitifica al atracador ni tampoco lo disculpa presentándolo como víctima de un entorno social pernicioso. Sencillamente lo deja hablar, para conocer de primera mano sus propias vivencias y para observar los hechos desde su punto de vista. Pero también da voz a la policía y se hace referencia a las víctimas de la violencia de los atracos. El Flako es un ser humano de carne y hueso, no es un malvado, pero lo que hizo estuvo mal y perjudicó a mucha gente.
La película está muy bien rodada y resulta muy interesante como documento sobre el Robin Hood de Vallecas (Hay que aclarar que, a pesar del apodo, no se tienen noticias de que compartiera parte de su botín con los más desfavorecidos). Pero también es muy curioso descubrir todo ese mundo de las alcantarillas de Madrid, lo fácil que es acceder a ellas y, desde ellas, a distintos puntos de la ciudad. El público tiene la sensación de hacer el itinerario de descubrimientos -del mapa íntimo del ladrón y del mapa íntimo de la ciudad- al mismo tiempo que el director y, por eso, la película de Elías León Siminiani es también, en cierto modo, la película del espectador.