Tercera entrega de la historia de amor de Jesse y Céline. En 1995 se conocieron casualmente en un tren, de súbito saltó la chispa de la atracción (ANTES DEL AMANECER, 1995). Diez años después, cuando Jesse presentaba un libro en París, volvieron a coincidir y se reavivaron los recuerdos y la ilusión por recuperar el posible amor perdido (ANTES DEL ATARDECER, 2004). Han transcurrido ocho años y encontramos de nuevo a Jesse y Céline, en esta ocasión en Grecia, en la región del Peloponeso. Las circunstancias son bien distintas. Jesse se divorció de su esposa con la que tiene un hijo adolescente, convive desde hace años con Céline y son padres de gemelas.
La fórmula de la película es la misma –largos e intensos diálogos entre los protagonistas–, pero ahora más perfilada si cabe; la acción pasa a segundo plano y el interés del espectador se centra totalmente en las palabras, sobre todo entre Jesse y Céline, aunque también en las del grupo variopinto de amigos griegos.
Los diálogos de la pareja, en el coche mientras las niñas duermen, en pleno campo, en una habitación de hotel, en una terraza, o cruzados entre la charla general en casa del escritor griego, constituyen el auténtico motor de la película. Toda la trama está contenida en esas charlas que, en cierto modo, nos muestran lo que ha sido la trayectoria de “amor” de la pareja. Una vez y otra rememoran las mil emociones de ese primer encuentro en el tren, la irresistible atracción de uno hacia el otro. Hubiera podido ser el punto de arranque de un gran amor, pero se separaron pronto y no les quedó más que la añoranza de lo que intuyeron hubiera podido cambiar sus vidas. Diez años más tarde, en París, recuperaron las mismas sensaciones y la misma intuición de que estaban irremisiblemente destinados el uno al otro.
En ANTES EL ANOCHECER vemos en qué ha derivado esa atracción y esos sentimientos. Y comprendemos no tanto qué ha sucedido entre ellos para llegar a ese mar de dudas y recelos, sino justamente qué no han sabido hacer.
Los dos amantes desaprovecharon la ocasión que les brindaba su mutuo enamoramiento para crear un amor de calidad, que implica la entrega incondicional al otro, aceptarlo tal como es pero colaborando activamente a su crecimiento personal. Lejos de esta actitud creativa, Céline y Jesse se limitaron a dejarse llevar exclusivamente por las emociones. De ahí la pregunta de Céline sobre si volvería a pedirle que se apera del tren como 18 años atrás. La inquietud procede de su propio miedo a envejecer y a no despertar en él la misma pasión. No muestra ni el más mínimo interés por la felicidad de Jesse, incluso duda de si sigue amándole. En realidad más bien parece que nunca ha pasado del estadio del enamoramiento, jamás le ha amado con auténtico amor. Echa la mirada atrás para hacer balance de esos años de vida en común y se siente enormemente insatisfecha. Su relación de pareja no responde a las reivindicaciones feministas que defiende y culpa a Jesse de su propia frustración.
En los diálogos, muy bien urdidos, se muestran al desnudo dos personalidades que han planteado erróneamente sus vidas, como les sucede a no pocas personas a nuestro alrededor. Una relación estable y fecunda no puede basarse en una exigencia de derechos, sino en un mutuo compromiso de amor generoso. Jesse parece más abierto y receptivo, pero, en realidad, no hay tanta diferencia entre la actitud de uno y otro. Jesse no defiende sus derechos, sencillamente los ejerce. Ha organizado su vida personal a su conveniencia y Céline es para él el refugio cómodo en el que se recoge cuando está cansado. A ella parece que le hubiera gustado legalizar su relación, pero él ni se plantea el matrimonio. Y produce perplejidad con qué frivolidad habla de sus posibles infidelidades.
Hay momentos sublimes como cuando Céline actúa como ingenua admiradora del Jesse escritor. Pero, sobre todo, la historia nos da qué pensar. Tal vez también nosotros, como los protagonistas, nos hemos adaptado a vivir sobre una mentira cómoda, porque como a ellos, nos falta el valor de mirar la verdad cara a cara y ver nuestro propio egoísmo. Y podemos salir del cine con ese amargo sabor de tristeza al contemplar cómo se pueden malograr unas vidas por no haber sabido orientarlas con la generosidad del auténtico amor.
La película no defrauda. Y deja al espectador con la curiosidad de saber qué derroteros tomarán los caminos de Jesse y Céline, qué habrá después de ese anochecer, y si, por fin, serán capaces de encontrar la esperanza y el amor en un nuevo amanecer.
Antes del anochecer
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Publico recomendado:
País:
Año:
2014
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
108
Contenido formativo:
Crítica: