Un caserío en medio de un paisaje natural idílico, el País Vasco. Tres hombres y tres mujeres protagonizan un conflicto familiar. Tomás, el padre, aferrado a las viejas tradiciones que considera cuasi sagradas y no admite que sean cuestionadas. Los dos hijos varones, marcados desde la infancia por el rol que se les había adjudicado en la familia y en la vida. Amaia, la hija artista, que asume el pasado en sus obras, pero adaptándolo a los nuevos tiempos, y que se ha constituido en portavoz de los reproches de todos a Tomás. Isabel, la madre, a quien el resquebrajamiento del orden le empuja a tomar postura. “Amama”, la abuela, siempre silenciosa, observando atentamente, con sus ojos claros en un rostro inexpresivo, como esculpido en piedra, que es la imagen del pasado inamovible instalado en un presente imparablemente vivaz. El destino final de la “amama”, de todas las amamas, del pasado de tradiciones rígidas, es finalmente inevitable.
Los dos personajes centrales de la historia son Tomás y Amaia, Su enfrentamiento desencadena el drama, pero también hace aflorar lo esencial, lo único que permanece en pie cuando todo parece desmoronarse. Son una familia y se quieren; aman profundamente a la amama –el pasado–, pero nadie puede frenar el empuje de los nuevos tiempos.
Bajo un sencillo argumento, con unos personajes parcos en palabras pero ricos en gestos, lo que se dilucida es un verdadero choque generacional, más que entre personas concretas, entre modos de entender las costumbres. Tomás se ha quedado anquilosado, entiende las tradiciones como algo cerrado, que hay que respetar y venerar aunque se hayan quedado totalmente obsoletas y vacías de sentido (se recogen cientos de manzanas que no tienen destino). Amaia no las desprecia, muy al contrario las asume en un nivel superior, como algo que supone una fuente de inspiración y vigor para el presente. Entre ambas posturas, en esa familia y en la vida, la vía de encuentro es la apertura al otro, el esfuerzo de comprensión y el perdón. En definitiva, adoptar una actitud creativa y elevar de rango las realidades –tradiciones y realidades–, transformarlas de escollos para el desarrollo personal en auténticos ámbitos de encuentro.
Es una película bellísima, llena de un simbolismo más expresivo que las palabras, totalmente rodada en euskera, con una fotografía espectacular y con un drama humano tratado en clave poética, sin aspavientos ni exageraciones. Más que para ser visto y reflexionado, es un film para ser contemplado y disfrutado.
Amama
Género:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2015
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
103
Contenido formativo:
Crítica: