Greg ha tenido la genial idea de fundar una compañía llamada «Alibi.com» que, como su propio nombre indica, organiza coartadas para cualquier tipo de doble vida. El negocio es floreciente, hasta que el joven empresario se enamora de Flo, quien le hace saber que odia a los hombres que mienten. Greg oculta a su amada la naturaleza de su negocio, pero una terrible casualidad puede dar al traste con todas sus artimañas: se presenta un nuevo cliente, M. Martin que quiere que le proporcionen excusas y estratagemas seguras para poder pasar un fin de semana con su amante sin que su familia albergue ni la más mínima sospecha. Pronto va a descubrir que el tal M. Martin no es otro que Gérard, el padre de Flo.
Es la tercera película como director del francés Philippe Lacheau -tras Se nos fue de las manos, (2014) y su secuela Baby sitting 2 (2015)- y como las anteriores, se trata de una comedia entretenida, con una trama propia de vodevil, con despropósitos de todo tipo, pero nada más. De todos modos, el principal interés de Alibi.com no estriba tanto en las historias, carentes de verosimilitud en su mayor parte, sino en el trabajo realizado por un elenco extraordinario, en el que sobresalen el propio director, Philippe Lacheau, en su papel de protagonista, Nathalie Baye y Didier Bourdon, espectaculares como los suegros del gran mentiroso.
El ritmo narrativo es ágil, el guion es ocurrente y la acción trepidante. Es una comedia desigual, con una línea argumental bobalicona y personajes planos, casi reducida a una sucesión de gags que buscan la risa fácil. La película no aspira a ser más que un producto de entretenimiento y lo conseguiría si no se hiciera tan desagradable con las frecuentes ordinarieces. Porque, aunque tiene momentos divertidos, acaban cansando, sobre todo por la profusión del gusto, de una reiterativa grosería. Un punto de sal gorda puede dar vida a una línea argumental alocada, pero tal exceso la acaba haciendo imposible de digerir. Es una pena.
Al final, la película acaba planteando una lección moral: las infidelidades, las mentiras, las trampas, las «coartadas» sólo llevan al desastre personal, la desunión y la tristeza; sólo la sinceridad, la verdad, la nobleza pueden dar una buena orientación a la vida. Pero la moralina resulta impostada, como consecuencia de una burda y soez trama vodevilesca. Lo máximo que se puede decir es que permite pasar un rato entretenido y «echarse unas risas».