HAMBRE, BONDAD Y MALDAD

Adú, un niño camerunés y su hermana mayor, son testigos de cómo unos cazadores furtivos matan a un elefante para comerciar con los colmillos. En la huida pierden la vieja bicicleta de su madre, totalmente imprescindible para su pobre modo de ganarse la vida. Al fin son reconocidos por los miserables comerciantes y se ven obligados a huir a España, donde creen vive su padre. En el camino, espeluznante, la amistad y la maldad irán de la mano.

En otro lugar de África, Gonzalo, un español activista medioambiental, miembro de una ONG, está intentando proteger a los elefantes de la caza de los furtivos. Es un hombre taciturno y de mal carácter al que nadie puede soportar. Sandra, su hija adolescente, va a pasar una temporada con él, enviada por la madre para intentar que se aleje de las drogas y siente un poco la cabeza. La convivencia entre padre e hija no va a resultar nada fácil. En un mercadillo, ven la vieja bicicleta, Sandra se encapricha y su padre se la regala.

En la verja que separa Melilla de Marruecos, la Guardia Civil tiene una labor casi imposible de cumplir: sin apenas medios ni personal, tiene que impedir los asaltos a la valla. Los que pretenden pasar, los atacan con todo tipo de cosas y con no poca violencia, pero ellos, los guardiaciviles, tienen que conseguir que no haya ningún herido entre los asaltantes. Si la situación se les va de las manos y hay algún percance, van a tener que enfrentarse a las consecuencias.

Son tres historias aparentemente inconexas pero que están en relación: El mundo de África que vive en la más profunda pobreza. La miseria y la falta, no ya de un futuro, sino ni tan siquiera de un presente, ha embrutecido a un gran sector de la población que abusa despiadadamente de los más débiles. Y todos, víctimas y verdugos, sueñan con dar el salto al paraíso de Europa.

Pero el viejo mundo no está más sano que la herida población africana. Una niña joven y hermosa está malgastando su vida y su salud con la droga y la promiscuidad. Un hombre que se esfuerza por proteger a los elefantes no es capaz de establecer una buena relación con un ser humano, ni con su propia hija. África es para él una evasión de un mundo al que no ha sabido adaptarse. La vieja bicicleta desvencijada, que para una familia africana era un instrumento de trabajo, pero casi un artículo de lujo, por la pobreza en la que vivían, para una europea es un capricho que se lleva como un recuerdo turístico.

Y en medio, a caballo entre las dos realidades, la frontera de Melilla. Los que atacan a los guardias son agresivos y hay que impedir que entren, pero el hambre y la miseria los empuja y eso conmueve a cualquiera. ¿Hay solución? Es el interrogante y la gran cuestión que plantea la película de Salvador Calvo. Es un film muy bien realizado, muy humano, que remueve las entrañas y encoge el corazón.

Para no perdérsela.