Cine y Valores

120 pulsaciones por minuto

Título original: 
120 battements par minute
Género: 
Puntuación: 
5

Average: 5 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
144
Contenido formativo: 
Crítica: 

París, principios de los 90. Los militantes de la asociación Act-up-Paris multiplican las acciones de protesta para denunciar la indiferencia general ante la pandemia del SIDA, que lleva casi diez años matando. A la asociación llega Nathan, quien queda impresionado por el compromiso activo de Sean, que no ceja en el combate a pesar de las pocas fuerzas que le restan.

Todos los miembros de Act-up-Paris son homosexuales enfermos de SIDA, pero tienen incluso problemas para hacerse oír por los colectivos homosexuales ajenos a la enfermedad. Aunque se esfuerzan por concienciar a la opinión pública, los destinatarios de sus algaradas son especialmente las autoridades políticas y las empresas farmacéuticas, por su pasividad ante la dramática situación de tantas personas condenadas a una muerte sin remedio por la enfermedad. Organizan manifestaciones, actos de protesta, irrupciones en intervenciones públicas de agentes sociales o de laboratorios, etc.

Robin Campillo imprime al film un aire muy cercano al documental. Así gana en realismo y, por tanto, en dramatismo. Pero la contrapartida es la falta de hondura en los personajes. No se profundiza en una historia humana que llegue al espectador, que le atrape en su desarrollo y le haga vibrar con su desenlace.

Las escenas de protesta están bien planteadas, tienen energía y hay momentos realmente impactantes, como el Sena teñido de sangre. Pero la mayoría son reiterativas, se hacen pesadas, como las incursiones en los colegios para advertir a los niños del peligro del SIDA.

Los chicos de la historia mueven a compasión al espectador hacia todas esas vidas que se truncaron por la enfermedad, pero lo que más sacude el alma es la debilidad humana de esos jóvenes, tal como aparecen en el film, atrapados en una trayectoria vital incapaz de vislumbrar valores superiores, sin mirar jamás hacia lo alto, hacia la mayor dignidad del ser humano. No hay ningún atisbo de autocensura ni de replanteamiento de la promiscuidad, incluso en momentos tan graves como la cercanía de la muerte. Son escenas estremecedoras, entre el espanto, la repugnancia y la misericordia más amarga por esas personas sin esperanza.

Campillo realiza un gran trabajo, la fotografía es buena y los actores están convincentes. Pero el metraje es excesivo, sobre todo porque no hay una trama que avance. Es una película que deja el corazón encogido, más que por las muertes prematuras, por las vidas sin sentido.