CARICATURA DE LA MEDIOCRIDAD
Un acto político de inauguración de un pantano (primera alusión a Franco, que no será la única). En esta ocasión con tintes ecológicos, como corresponde a los nuevos tiempos. Allí coinciden los dos líderes de los partidos rivales, Nueva Izquierda y España Liberal. Puestos a buscar identificaciones, no requiere mucha imaginación poner nombre a Alfonso, el cabeza de lista de la izquierda, cuya principal cualidad es ser «guapo» (así dicen en la película). Todavía más fácil resulta reconocer en Victoria, «esperanza de su partido», a Esperanza Aguirre. Y uno está tentado de identificar a su jefe de gabinete con el político Miguel Ángel Rodríguez.
Todo está llevado con mucho humor, pero sin saña. Olatz Arroyo con el guion y Arantxa Echevarría con su cámara saben hacer caricaturas, lo cual supone fijarse en defectos y tics para exagerarlos, y conseguir un efecto cómico sin caer en la burla fácil, ofensiva y zahiriente.
Ambos personajes, Victoria y Alfonso, así como sus respectivos equipos para la campaña electoral, constituyen el telón de fondo de la acción principal, que es la relación desabrida entre los dos grandes partidos de España, personificados en dos jóvenes bastante pringados, Laura y Pablo. Su único objetivo es destruir al rival, sin que, en ningún momento, se planteen una propuesta para el bien común. Su finalidad no es mejorar el país, sino que su líder ocupe la Moncloa. Como en el caso del perfil de los líderes, también en la caricatura política de los partidos en liza, ambas cineastas, directora y guionista, mantienen el equilibrio y no cargan las tintas ni en un ni en otro.
Laura, hija de un vieja gloria de la izquierda ya desaparecido, está haciendo sus primeros pinitos como reportera en la campaña electoral de su partido, sin que nadie le haga demasiado caso, y lo mismo le sucede a Pablo, al que tampoco tienen en cuentan. Queda patente que son unos mindundis, porque nadie se da cuenta de que no han regresado con la caravana y se han quedado aislados cerca del pantano, en medio de la nada. Y allí permanecen, uno con el otro, los dos rivales-enemigos, sin que nadie los eche de menos.
Hace unos años habríamos dicho que del odio al amor solo hay un paso, pero en la actualidad debemos decir más bien que de la repulsión a la atracción hay una línea tan fina y sutil, que no hay ideología política que se le resista. Y así comienza una alocada aventura, que casi recuerda por momentos el cine de la transición, con destape y sexo obsesivos. Es la parte más floja de una película que mantenía un nivel de moderación en el humor, pero que acaba cediendo a las escenas toscas de revolcones.
Los actores Adriana Torrebejano y Juanlu González hacen un buen trabajo como los dos guaperas –izquierda y derecha españolas–, que ejercen uno sobre otro una atracción fatal. También Gonzalo de Castro hace un buen líder de partido en una campaña exclusivamente de imagen (no hay propiamente contenido político). Pero, sobre todos ellos, hay que destacar a Elena Irureta mimetizando a Esperanza Aguirre.
Producto de consumo facilón, que hará reír a algunos y aburrirá a muchos otros.