DE LA BELLEZA DE LO COTIDIANO, DEL TRABAJO BIEN HECHO Y DE LA PAZ INTERIOR
Hirayama es limpiador de servicios públicos de Tokio. Es feliz con una vida sencilla y muy bien organizada. La cámara de Wim Wenders lo sigue en su rutina diaria, desde que, por la mañana, emprende su jornada respirando hondo y saludando al nuevo día con una sonrisa en los labios, toma un café de una maquina y se va a su trabajo; almuerzo en un banco del parque antes de continuar con su labor, hecha a conciencia, con precisión, incluso con un espejito para no dejarse ningún rincón sin limpiar. A la caída de la tarde, acude a una casa de baños para estar tan pulcro de cuerpo como de alma. Va a cenar a un restaurante modesto y se recoge después en su pequeño apartamento para dedicarse a una de sus grandes aficiones: la lectura.
Conviene precisar que el espectador no se aburre en absoluto con esa película contemplativa que relaja el espíritu. Wenders nos lleva de la mano por Tokio, en un paseo filosófico y poético, que nos descubre la belleza de lo cotidiano, del trabajo bien hecho y de la paz interior. Hirayama saborea los pequeños detalles de la vida, se da su tiempo para mirar a las personas con las que se cruza y es capaz de una gran generosidad en el mundo frío y deshumanizado en el que vivimos. Su vida está hecha de repeticiones, pero no es monótona, porque su mirada poética convierte cada instante en único. La sonrisa en su rostro es el reflejo de su interior equilibrado y bondadoso.
Su meticulosidad en el trabajo no le impide prestar atención a las personas con las que se cruza, para las que tiene siempre un gesto amable. Es sugerente ver con qué delicadeza se lleva con él un pequeño brote de planta que empieza a despuntar al pie de árbol. Ya nadie lo pisará ni podrá hacerle daño, porque Hirayama lo cuidará para que pueda crecer y vivir.
Nuestro protagonista es un amante de la literatura y un enamorado de los árboles a los que fotografía con ternura, pero su gran pasión es la música de rock de los años 60, que escucha en antiguas cintas de cassette. Una celebre canción de Lou Reed, Perfect day, da título a la película, pero, además de temas del considerado el padre del rock alternativo, suenan canciones de la cantante estadounidense Janis Joplin, del irlandés Van Morrison... Toda una inmersión en una época pasada, con las cintas cassettes y con las fotografías con cámara analógica, que lleva a revelar al final de la semana.
En realidad, aparte de su amor por árboles, música y literatura y su gozo de vivir, poco más sabemos del personaje. Solo lo que podemos intuir a través de las imágenes de sus sueños, que cambian a partir de la llegada de Niko, su sobrina, como si se le hubieran removido recuerdos de un pasado doloroso.
A través de las vivencias de su personaje, el veterano director alemán Wim Wenders nos ofrece un elogio del momento presente, vivido en plenitud, del que se desprende una lección de sabiduría: la felicidad estriba en la paz interior de quien es capaz de mirar con amor y de disfrutar de las cosas sencillas y de cada detalle de su existencia. El consumismo –en el que, más o menos, todos estamos inmersos– es insaciable, nunca se ve satisfecho y solo produce desazón.
La película compitió en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes de 2023, en el que fue galardonada con el Premio Ecuménico. Así también Koji Yakusho recibió el Premio a mejor actor.
Perfect Days ha sido seleccionada como la candidata japonesa a la mejor película internacional en los Premios Óscar 2024.