¿DESTINO O CASUALIDAD?

Woody Allen tiene 87 años y 50 películas estrenadas. A su edad y con esa obra realizada, puede equivocarse, pero ya no puede fracasar. Lo admirable es que, una vez más, el siempre sorprendente Allen vuelve a salvar su match point y nos ofrece una película redonda, ni le falta nada ni le sobra nada. Hay rumores de que esta pudiera ser la primera película de Woody Allen. ¿Sinceramente se lo cree alguien?

Con esta película, el cineasta ha cumplido su viejo sueño de rodar en francés

En la trama aparecen confrontados la fuerza del destino y el esfuerzo de un hombre por tener todos los aspectos y detalles de su vida bajo control. El hilo argumental tiene un protagonista principal, invisible, que sobrevuela y mueve toda la acción: el destino, que lleva de la mano a tres personajes que no van a donde pretendían ir. ¿O sí?

La acción nos traslada al París glamuroso y selecto de la gente adinerada (ricos muy ricos). Fanny, joven, hermosa y elegantísima, trabaja en una casa de subastas de arte. Jean, su marido, también guapo y, además, riquísimo, no pierde ocasión para agasajarla. Ella desconoce exactamente a qué se dedica su marido y cómo, tan joven ha podido amasar una fortuna tan inmensa. Él dice riendo que su trabajo consiste en hacer que los ricos sean todavía más ricos. Pero hay rumores de que la desaparición inexplicable de su socio le supuso unos beneficios incalculables..., se malicia..., se comenta bajo cuerda... Fanny está totalmente ignorante de esas sospechas y murmuraciones, su matrimonio es feliz y lo único que teme es convertirse en «una mujer florero». Por otra parte, piensa que ha llegado el momento de plantearse tener un hijo.

Pero el destino tenía otros planes para ella (¿o fue solo una casualidad?) y un día, por la calle se encontró con Alain, un antiguo compañero de clase en el Lycée Français de Nueva York. Se ha convertido en un escritor afianzado y vive en París cerca de donde trabaja Fanny. Ahora le confiesa que siempre había estado enamorado de ella, pero nunca se atrevió a decírselo. Y la historia del triángulo, al que se añade Aline, la madre de Fanny, empieza a avanzar por senderos inesperados.

Los actores están fantásticos, a cuál mejor; fotografía de Vittorio Storaro (algo más joven que Allen, éste solo tiene 82 años), bajo el sol otoñal o bajo la lluvia, es de una belleza que conmueve; la música, con el sello del director, una maravilla... Todo es para enmarcar y dar vida a una historia que intriga, pone en tensión, hacer reír... con un poco de remordimiento, por el humor negro.

En conjunto, una joya del cine, una más de Woody Allen.