POR TU DIGNIDAD Y TU LIBERTAD
Mediados del siglo XIX. Antonia María de Oviedo y Schöntal llega desde suiza a la Corte de España para ser la institutriz de las hijas de la reina gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Amparo, Milagros y Titina. La joven es bien acogida en palacio por las personas de su entorno y muy querida por las infantas, pero no consigue encontrar la alegría tan lejos de su madre, a la que estaba muy unida.
En sus pocas salidas por las calles de Madrid, Antonia se conmueve a la vista de la pobre gente que vive en la miseria y en su corazón empiezan a nacer inquietudes sociales. Pero no será hasta que conozca al padre José María Benito Serra, un sacerdote benedictino que ha sido obispo en Australia, cuando sienta en el fondo de sí misma, casi como un susurro, una llamada, todavía vaga y confusa. Finalmente, abandona su vida tranquila y, con el padre Serra, fundan una casa de acogida para mujeres que ejercen la prostitución. Es el principio de su respuesta a la llamada de Dios, es el principio de un gran proyecto de amor y vida.
En paralelo a esta historia, otra línea narrativa nos lleva a la actualidad. Rebeca, una joven maestra que trabaja en un Colegio de Madrid, descubre que Alika, una alumna suya de seis años, parece vivir bajo negros nubarrones, tal como la misma niña lo ha plasmado en un dibujo. Preocupada, llama a la madre de la pequeña y así conoce a Sharik, que resulta ser una víctima de la trata de personas y del oscuro y criminal negocio de la prostitución.
Son dos historias muy distantes en el tiempo, median más de ciento cincuenta años entre ambas, pero con una gran unidad en la realidad humana de fondo: una serie de mujeres son víctimas de la perversidad de seres crueles y ambiciosos y, frente a ellas, una comunidad también de mujeres, movidas por el amor a Cristo, están dispuestas a rescatarlas, devolverles la dignidad herida y abrirles horizontes de libertad.
Las dos tramas se van alternando con total fluidez, porque entre las tres mujeres protagonistas, Antonia, Rebeca y Sharik, existe una gran similitud, dada la triste y vergonzosa actualidad de mujeres humilladas y esclavizadas y, frente a ello, la magnífica labor de las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor que, como cuando Antonia María de Oviedo y Schöntal, su fundadora, inició su andadura, no han dejado de reorganizarse para redimir a cuantas mujeres sea posible, venciendo cualquier dificultad .
Antonio Cuadri, director y coguionista, nos ofrece una magnífica película y un gran ejemplo de feminismo del bueno, pues por una parte denuncia las tropelías y abusos que se han cometido sobre las mujeres aprovechándose de una situación de vulnerabilidad, pero por otra, pone de relieve la gran fortaleza que puede llegar a tener una mujer, si está movida por un gran ideal de amor, para moverse con firmeza en un mundo sucio y peligroso y rescatar víctimas de las garras de los verdugos. Es la gran fuerza que nace de la fe y de la respuesta fiel a una vocación.
Aunque el tema que trata es muy duro, la película no cae en ningún momento ni en la grosería ni en el melodrama edulcorado para provocar la lágrima. La historia emociona, pero desde lo más profundo, por el horror que supone la trata de blancas y por la generosidad sin límites de las religiosas oblatas, que se desviven día a día para que esas pobres mujeres puedan tener una vida digna.
El reparto está magnífico desde Alexandra Ansidei y Roberto Álvarez hasta cada uno de todos los miembros del elenco. La puesta en escena está muy cuidada, la música y la fotografía son buenas, y el resultado es realmente extraordinario. Es una buena película que emociona, enriquece espiritualmente y, a la vez, constituye un aldabonazo a las conciencias. Porque ese horror está sucediendo hoy en nuestras ciudades. Y también hoy, unas mujeres, las Religiosas Oblatas, necesitan más personas que, como la Rebeca de la película, se comprometan a colaborar en su misión liberadora.
El drama humano es tan serio y la actitud de las Oblatas es tan admirables que la película interesará a todas las personas de buena voluntad, sean o no creyentes.
Nadie debería perdérsela.