YO SOY TU PADRE
Tony, ya cincuentón, sigue soltero y lleva una vida bastante solitaria y anodina. Es conductor de una ruta de colegio y en el autobús establece una extraña buena relación con los niños. Cuando un día sufre un pequeño infarto, ve la muerte tal vez cercana y echa la vista atrás en su vida. Hace veinte años abandonó a su novia y a la hija de ambos recién nacida, para buscarse a sí mismo y encontrar un sentido a su vida.
No quiere morir sin haber conocido a su hija y se dirige a París donde ella es profesora de baile para conocerla. Hasta encontrar el momento oportuno para presentarse como su progenitor, decide acercarse a ella para iniciar un conocimiento mutuo, para lo cual se apunta a sus clases de baile, evidentemente con un nombre falso.
Es la segunda película de Franck Dubosc después de la exitosa Sobre ruedas y del mismo estilo que la anterior: una comedia ligera, que mantiene la sonrisa a lo largo de todo el metraje, con momentos muy divertidos. La trama no es nada original, pero Dubosck sabe manejar los buenos sentimientos, la posibilidad de enderezar las relaciones personales heridas y la generosidad de los buenos compañeros.
Se diría que Dubosk, director, guionista y protagonista de la película, no pretende otra cosa más que divertir al espectador con una historia de buenas personas que, como piezas de un puzle roto, deben intentar volver a encajarse para cobrar sentido.
Para pasar un buen rato y salir del cine de buen humor.