Cine y Valores

EL FALSIFICADOR DE PASAPORTES

Título original: 
Der Passfälscher
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2022
Dirección: 
Guión: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
116
Contenido formativo: 
Crítica: 

SOBREVIVIR EN TIEMPOS DE GUERRA

Berlín, en tiempos de guerra. Cioma Schönhaus, un joven judío de 21 años, que hubiera querido estudiar arte, pues tiene un enorme talento para el dibujo, debe adaptarse a trabajar en una fábrica de armas. En realidad, es un verdadero artista en diseño gráfico, por lo cual reclama su colaboración una red clandestina dedicada a falsificar pasaportes para salvar al mayor número posible de personas. Cioma falsifica su propia documentación para esquivar, así, a la temible Gestapo, que anda tras él.

Su juventud y sus ganas de vivir le llevan a situaciones de riesgo por su imprudencia temeraria en las relaciones con distintos personajes: una joven de la que se enamora, un duro inspector, abiertamente corrupto, encargado de inventariar los objetos de la vivienda familiar de Cioma, un amigo que se refugia en su casa y le ayuda con los bonos de comida, la portera de su casa, dispuesta a vender a quien sea para salir indemne, el jefe de la organización de falsificación, etc. 

La película, escrita y dirigida por Maggie Peren, a partir de las memorias de su protagonista, resulta interesante y, en algún momento, mantiene la tensión, pero en general le falta brío. Tal vez porque no hay ni “buenos” heroicos ni “malos” clarísimos. Más que grandes maldades de los nazis, lo que se muestra en el film son las pequeñas iniquidades en un momento en que todo el mundo lucha por sobrevivir. Franz Heinrich Kaufmann, el jefe de la organización de falsificación para salvar judíos, el único que podría encarnar grandes ideales, queda totalmente en la sombra. Cioma y Det Kassriel, su amigo, no son héroes altruistas, sino que sencillamente luchan por salir a flote en medio del caos.

Lo más logrado de la película es el ambiente gris de una ciudad deshumanizada, bajo un miedo sordo porque cualquiera puede ser el enemigo que denuncie, abuse o detenga. La fotografía de Christian Stangassinger, con sus colores apagados, muestran bien esa atmósfera, en la que solo resalta la permanente sonrisa de Cioma. Pero el ritmo se adapta excesivamente a ese entorno temeroso en el que reina el silencio y donde las palabras apenas si osan brotar. Louis Hofmann hace un buen trabajo para dar al film la única nota de color.