AMIGOS Y HERMANOS PARA SIEMPRE
En la más bella y más triste de sus películas, Luc y Jean-Pierre Dardenne siguen el dramático recorrido de dos niños, inmigrantes en Bélgica, que deben enfrentarse ellos solos a las redes mafiosas de traslado de migrantes y a las de tráfico de drogas. Pero en el centro de ese estercolero, brilla una luz de esperanza, la amistad entrañable de Lokita, adolescente sin papeles, y el pequeño Tori, ingresado en un centro.
Tori, con sus diez años y a ser considerado huérfano, ha conseguido que se regularizaran sus papeles. Pero Lokita, adolescente de quince años, a pesar de los esfuerzos de ambos para fingirse hermanos, no es regularizada y se queda, sola y desvalida, en manos de las manos. Así se estrellan sus sueños de llegar a ser asistenta para poder instalarse en un pisito con su “no-hermano” Tori, tener un hogar, que él vaya a la escuela y que ella pueda enviar dinero a su madre.
Los Dardenne no ocultan la dureza de la realidad criminal de mafias que se mueven tranquilamente al rebufo de una burocracia estatal ciega y torpe. Desamparada de una administración indiferente, Lokita debe huir de las persecución de unos que le reclaman dinero por haberla traído ilegalmente al país, y plegarse a las exigencias de otros para poder sobrevivir.
Fieles al sentido ético de todas sus películas, los cineastas cuentan esa historia terrible con austeridad, sin caer en la moralina ni en lo lacrimógeno. Pero tampoco evitan nada de la dureza de unas vidas marcadas por la injusticia indiferente de unos y la crueldad terrible de otros. La amistad incondicional de esos niños y su sentimiento de fraternidad, más fuerte que los auténticos lazos de sangre, consiguen que no pierdan la esperanza en un mañana mejor. Aunque quizá se equivoquen.
Película llena de valores, pero que dejan encogidos el alma y el corazón. Los miserables de la tierra claman, pero no se les escucha.