UN TRISTE, UN SABIO Y UN CADÁVER
Alexandre Jollien, aquejado de parálisis cerebral, hace de sí mismo en la película. De pequeño, sus padres lo llevaron a un internado de educación especial donde vivió recluido y aislado de la realidad hasta los veinte años. Pero a los quince años descubrió la filosofía, que sería su gran pasión. En 1999 publicó su primera obra, Elogio de la debilidad, a la que seguirían otras muchas. en 2004 obtuvo su licenciatura en letras en la Universidad de Friburgo.
Junto con Hélène Grémillon, Jollien y Bernard Campan han escrito el guion de Mentes maravillosas inspirándose en su propia amistad, han dirigido y protagonizado una película conmovedora, impregnada de un fino sentido del humor, llena de humanidad, salpicada de sabios pensamientos de algunos de los mayores filósofos de la historia.
El trabajo de Louis, en la empresa funeraria que heredó de su padre en Lausana (Suiza) consiste tanto en ocuparse de los difuntos, como en atender a sus deudos. Esto significa procurar consolarlos y organizar las ceremonias de despedida.
Un día, en una distracción al volante de su coche, provoca un pequeño accidente, como consecuencia del cual, Igor, un repartidor de verduras ecológicas, cae de su bicicleta y sufre unas pequeñas heridas. Camino del hospital, Igor, amable y educado, le pregunta a Louis a qué se dedica. Éste responde que cuando dice cuál es su trabajo, a la gente le invade un escalofrío. Igor, con fino humor añade que él no necesita decir nada para que las personas sientan un escalofrío. De todos modos, Igor está muy interesado en la actividad de Louis, y para tener una experiencia metafísica, como él dice, se va a colar en el coche fúnebre que conduce Louis con el cadáver de una mujer y juntos los dos van a cruzar Francia.
La película es una road-movie que trata con delicadeza y humor el tema de las minusvalías, de la muerte, de la diferencia y del sentido de la vida, todo con la ligereza de una comedia, pero con la profundidad que surge de la experiencia personal. Los dos protagonistas son dos seres solitarios y heridos que intentan salir adelante en la vida; su encuentro es providencial porque al abrirse uno al otro, cada uno se encuentra a sí mismo.
es una película luminosa, profunda, conmovedora y divertida. Es un canto a la amistad y a saber mirar al otro a los ojos para penetrar en lo esencial de la persona, incluso cuando el sufrimiento propio o ajeno nos incline a desviar la mirada.
El trabajo actoral es tan bueno que el espectador tiene la sensación de estar viendo a personajes reales en su vida cotidiana; el guion está bien trabado y la película resulta muy grata de ver.