LA BELLEZA ELEVA EL ESPÍRITU
Ennio, el maestro es un homenaje de admiración y amistad al músico más popular y más querido por el público internacional, autor de más de 500 bandas sonoras inolvidables, Ennio Morricone (1928-2020). Giuseppe Tornatore, el gran cineasta italiano (¿Quién no recuerda con emoción su oscarizada película Cinema Paradiso (1987), con música de Morricone, padre e hijo, Ennio y Andrea?) firma ese hermoso documental, que deleita y conmueve, por momentos hasta las lágrimas, aunque siempre con la sonrisa en los labios.
Para Tornatore, Morricone fue un amigo muy querido además de un artista admirado y un extraordinario colaborador, en bandas sonoras tan inolvidables como, además de Cinema Paradiso, La leyenda del pianista en el océano (1998). De su maestría como cineasta y de su corazón henchido de amistad es deudora esta magnífica película.
La cinta está estructurada sobre el hilo conductor de una entrañable entrevista de Tornatore con el Maestro siguiendo su vida en orden cronológico, desde su infancia, con un padre trompetista que lo introdujo en el mundo de la música, aunque sin llegar al final, o, mejor dicho, sin hacer alusión a su muerte, porque los grandes artistas no mueren jamás.
Intercalados con testimonios del mismo Ennio Morricone, aparecen testimonios de artistas y directores, como Bertolucci, Oliver Stone, Quentin Tarantino, Bruce Springsteen, y también algunas escenas de ficción, fragmentos de su música e imágenes de archivo.
El documental también resulta muy entretenido porque deja ver facetas poco conocidas del músico, como su afición al juego del ajedrez, que, en el fondo, simboliza su talante y su estilo de vida, reflexivo, observador, emprendedor, exigente consigo mismo y siempre noble elegante y respetuoso con los otros. También despierta gran interés cómo nos muestra en qué forma surgieron y se desarrollaron algunas de sus brillantes intuiciones musicales.
Los fragmentos de música de las distintas composiciones elevan el espíritu y el espectador deja hasta de sentir el paso del tiempo. Ciento cincuenta y seis minutos pasan sin sentir y hasta saben a poco. Entre todas las maravillas que dejan con hambre de volver a ver las distintas películas, no pueden por menos de destacarse los fragmentos de La misión, que, sin poder evitarlo, arrancan las lágrimas del público. Esas escenas constituyen momentos mágicos del documental.
Morricone fue un grandísimo compositor, digno de estar entre los más grandes de la música de todos los tiempos, y la película de Tornatore contribuye a que tomemos conciencia de que no estamos ante un mero “animador” de historias fílmicas, sino ante un artista inmenso. Y de paso, despierta la sensibilidad para que busquemos en el cine, no solo entretenimiento, sino la calidad de una obra de arte. Imagen y sonido, guion y música, historias humanas y belleza: el séptimo arte.
Morricone amó mucho la música, pero más que a ella, o, quizá mejor, con ella, en el ámbito de la belleza que creaba, amó tiernamente a su esposa Maria Travia, su fiel y abnegada compañera y su colaboradora en todas las facetas de su vida. Era un hombre creyente y su mirada de fe abierta al infinito palpita en sus composiciones, belleza que remite a la plena Belleza. Tanto que el productor David Puttman se atrevió a afirmar que incluso los que no creen en la existencia del Ser Infinito dudarán escuchando la música de Ennio Morricone. Seguro que así será.