UN SINVIVIR

Julie, madre divorciada, tiene serios problemas para cubrir los gastos de su familia con el pobre sueldo que recibe como limpiadora en un hotel. Pero es una mujer fuerte que no se resigna y busca incesantemente otras posibilidades laborales.

Cuando por fin consigue alguna entrevista para un nuevo trabajo que le resultaría más ventajoso, la mala suerte quiere que se desate una huelga generalizada del transporte público, que, lógicamente, afecta al tren de cercanías que ella debe tomar para llegar desde su casa, en un pueblo cerca de París, hasta el centro de la ciudad.

El espectador empatiza de inmediato con la hermosa Julie, sometida a una presión insoportable. Cada día se ve obligada hacer mil filigranas para poder, por lo menos, ver un rato a sus hijos. Tiene que pedir un sinnúmero de favores a las compañeras de trabajo para que la sustituyan y pueda, así, llevar a cabo las gestiones pertinentes para conseguir un mejor trabajo. La niñera con la que deja a sus hijos se queja de que ya no puede tenerlos más tiempo, por los frecuentes retrasos de la madre.

Laure Calamy hace un excelente trabajo y consigue transmitir la fortaleza de una madre que no tiene límites cuando se trata de sacar a sus hijos adelante. Incluso cuando debe recurrir a medios algo dudosos, el personaje cuenta con la conexión y las simpatías del público.

El resto del reparto cumple bien. El guion mantiene un buen ritmo a lo largo de todo el metraje y Eric Gravel hace un buen trabajo con la cámara. Pero sin duda, lo mejor de la película es Laure Calamy, en estado de gracia.

Una buena película con una situación humana que llega al corazón.